“La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta…no me canso de escuchar la luz del agua ni me fatiga ver su canto que sílaba a sílaba nos va deletreando su cristalina verdad”. Palabras que Pablo Neruda, el célebre poeta de Chile, otorga a Sergio Hernández, en el prólogo de su libro Registro. (1965), ciertamente merecidas y acordes al estrecha amistad que compartían desde la poesía.
Hernández alejado de todo bullicio, siempre ha sido un poeta de provincia. Nace en la ciudad de Chillán, Chile, el 17 de marzo de 1931, y se define a si mismo como “Anticonvencional y antiburgués, hipocondríaco y psicosomático”. Además nos advierte de su existencia en uno de sus poemas “ Yo soy como las plantas”:
Yo soy como las plantas o los árboles/ Que nunca han sabido quienes son/ y echan flores o espinas/ o atrapan insectos/ ellos están ahí simplemente/ como yo en mi tierra/ y no les interesa ser astronautas…”[1]
Hernández interviene en la literatura chilena con su temática del recuerdo: la infancia, el campo, la muerte. Junto a Efraín Barquero, el poeta de la tierra y el aire, Rosa Cruchaga y el sobremundo y Jorge Tellier, el poeta lárico, conforma la denominada Generación del 50’, generación que aporta renovados aires a la literatura chilena.
Con su amigo Jorge Tellier comparten la corriente lárica, corriente que abraza recuerdos, calles y caminos, tierras y mares. No obstante Hernández transita en voz baja, por ello es considerado el poeta del susurro, sin embargo su vuelo es universal. El mismo Tellier se refirió a la poética de Hernández, “delgadamente nostálgica… su poesía llega al corazón y a los sentidos”.[2]
“Ha sido un poeta sin esfuerzo”[3], frase que se explica desde su origen. Proviene de una familia de artistas, sensibilidad que Oscar, su hermano mayor, manifestó a través de la pintura, pues fue un destacado artista chillanejo, Baltazar sigue los pasos de Oscar, más aún su arte es reconocido en todo Chile, Ángel dedicado a las letras busca su refugio en el cuento y Sergio el menor de los nueve, es el Poeta. A estos hermanos les marca la imagen enlutada su madre. Sergio observa la única fotografía del padre, imagen idealizada tras los relatos de los mayores, pero se consuela con una frase de Jean Paul Sartre “Si mi padre hubiese vivido, se habría echado encima de mí con todo su peso, afortunadamente murió joven”,[4]
Su infancia, tema importante dentro de su obra, fue luminosa, en su libro autobiográfico “Quien es quien en las letras chilenas”, comparte la alegría, aromas e imágenes de aquella etapa. Así también relata su primera cercanía a las letras, tras participar del concurso “Vida de Bernardo O’Higgins”, presenta unas cuartetas populares, y sólo después de comprobar la real autenticidad de su texto, fue el eufórico ganador del primer premio que consistía en el libro Corazón de Edmundo Amicis, lamentablemente su mascota, el travieso perro de la casa descubrió su libro, “Nunca pensé que uno de los seres que yo más quería me estaba destrozando el Corazón” relata Hernández.
El período más sólido y maduro de su vida comienza tras la muerte de “aquella viuda de negro” como la llamó Ángel, producto de un derrame cerebral. Desconcertado por la pérdida de su madre, Sergio debió asumir su existencia cuando recién tenía 17 años, y decide estudiar en el Instituto Pedagógico de Santiago, a pesar de la insistencia de sus hermanos que continuara en la Escuela de Leyes de la universidad de Concepción, Hernández resume aquella etapa con su poema Acuario (1965):
“Mi infancia es un acuario inaccesible/ un ebrio país de trompos y palomas/ al que es preciso llegar con traje blanco/ en una mañana azul/ de sol volcado/ yo no daría ya con los caminos/ pero recuerdo algunas cosas/ bandas de circo/ en tardes de novena/ noches de riñas y cansancios/ dando conmigo en un desfondado sueño sin contorno/ cuando pasaba el regimiento/ abandonaba mis juguetes rotos/ y era mi corazón/ todo mi cuerpo/ después/ vino la bruma en espirales/ un día/ mi madre y los guijarros/ dieron un seco ruido de infinito/ el tiempo frente a mí empuñó las manos/ Soltó pájaros negros en mis ojos/ y un trozo de sol/ cayó entre los labios/ La tarde es un sollozo contenido/ mi infancia/ es un acuario”[5].
En su época de estudiante fue parte del Grupo Literario fundado por el centro de alumnos del Pedagógico, allí es donde conoce al poeta Jorge Tellier con quien ya sabemos forja una gran amistad. Transcurría el año 1954, su poema “Cuento” recibe el PREMIO FECH. Excelente estímulo para aquel tímido estudiante provinciano.
Su memoria de título la realizó en la figura del poeta Nicanor Parra, en aquel entonces profesor de física y mecánica racional del Pedagógico, Sergio tras quedar impactado por el libro “Poemas y Antipoemas” se contactó con el poeta, y así creció una estrecha amistad fruto de aquella admiración.
Hernández, siempre fue un destacado estudiante, por ello recibe una Beca del Instituto de Cultura Hispánica para estudiar en España. Durante ese año, Hernández comparte con el poeta Vicente Aleixandre y con el célebre investigador Dámaso Alonso, quien graba con gran entusiasmo algunos de sus poemas.
Parte de las anécdotas de aquella estadía, es que tuvo el privilegio de asistir a al aeropuerto de Barajas a esperar los restos del destacado poeta Juan Ramón Jiménez, quién había fallecido ese año, y era repatriado desde Puerto Rico, lamentablemente sólo algunas autoridades y escritores estaban en guardia. Al regresar al centro de Madrid observa como “verdaderas hordas humanas se apostaban en las calles, ingenuamente pensó que era el pueblo que rendía honores al poeta, sin embargo se trataba que el Real Madrid regresaba triunfante tras ganar la Copa Europa”[6].
A su regreso a Chile fue inmediatamente contratado por la Universidad Austral de Valdivia, para enseñar Literatura Chilena y Literatura Española Clásica.
Antes de su incorporación a la Universidad, pasa un tiempo en Chillán, Pablo Neruda visita la ciudad, invitado por alumnos del Liceo Narciso Tondreau, en aquel contexto, Hernández conoce a Neruda. Durante su permanencia en Chillán, Neruda exige la compañía de Hernández.
Tras su titulación en el Instituto Pedagógico de Santiago, no abandona la Pedagogía en Castellano a pesar de la insistencia de Neruda:”Tienes que renunciar a tus clases y dedicarte por entero a tu poesía y escribir siempre como si fueran tus deberes cotidianos… debes quitarte ese adoquín pedagógico”. No haciendo caso al consejo, actualmente a sus 77 años, Hernández es Académico de la Universidad del Bio - Bio. En aquel entonces Nicanor Parra supo de esa conversación y le dijo: “Yo habría renunciado, pero al día siguiente me habría presentado en la casa de Neruda, diciéndole: renuncié, aquí estoy”.
La obra de Hernández comienza en 1959 con el libro “Cantos de Pan”, posteriormente publica en 1965, el libro “Registro” de la editorial Nascimento, y con prólogo de Neruda, la prensa de la época describe de este libro “como significativo y ejemplar desde el título, es uno de los más destacados libros de poesía últimamente publicados”[7], a la vez señala que “Raras veces un libro alcanza tanta fuerza y tanta verdad sumergida en la abrupta naturaleza humana y en la repetida geografía poética de nuestro país”[8]; en 1979 Sergio Hernández nos regala el libro “Últimas Señales” también de la editorial Nascimento; En 1981 escribe un libro autobiográfico titulado “¿Quién es quién en las letras chilenas?”; La Editorial Casa de la ciudad de México publica ”Quebrantos y Testimonios” en 1993, con el destacado Prólogo del poeta Hernán Lavín Cerda; en 1998 publica “Adivinanzas” un libro para niños, su primera edición realizada por Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Antofagasta, la 2° edición en año 2005, acompañada con ilustraciones del artista visual Máximo Beltrán; durante el año 2002 publica su último trabajo, la antología titulada “Sol de invierno” de la Editorial Universidad del Bio- Bio.
Por otra parte el poeta ha sido reconocido con el ya mencionado Premio Fech 1954; A esta distinción se suma el Premio Municipal de Arte de Chillán, en 1968; Además fue galardonado con el Premio Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Valparaiso, en 1972. El Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación durante el año 1997, le otorga el Premio Beca a la trayectoria en el campo de las letras. En el 2005 recibe el Premio Regional de las Artes Literarias “Baldomero Lillo”.
Durante este año 2008, fue homenajeado por la Universidad Mayor de Santiago, en el contexto de la XVI Feria del Libro “La chilenidad en nuestra poesía”, esto junto a destacados poetas de Chile.
Además el Consejo Regional de la Cultura y las Artes, realiza el Homenaje a su Trayectoria Literaria, dentro del marco de celebración de la “Fiesta de la Cultura” que se realizó en la ciudad de Chillán.
La poética de Sergio Hernández nos ofrece una “visión transparente y reveladora de la parte más dramática de la existencia”[9]. Sin embargo su poesía no es parte del consciente popular, más bien es reconocida en un reducido círculo intelectual de Chile. Su figura y su obra más bien forman parte de ese denominado grupo de “poetas olvidados” que paradójicamente, fue el tema que Hernández presentó a modo de discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Real Academia Chilena de la Lengua. Aceptado como el primer chillanejo en formar parte de ese cuerpo. Quizás esa extrema humildad, lo aleja de las luces, la cual deja al descubierto al comienzo de su discurso: “Estamos asistiendo a un acto insólito en nuestra provincia. Por primera vez la docta corporación que fundaran José Victorino Lastarria y otros esclarecidos compatriotas del siglo pasado, celebra una simbólica sesión en nuestra ciudad para incorporar, como miembro correspondiente, al modesto chillanejo que les habla…”[10]
Ciertamente las circunstancias y las decisiones forman parte de este juego. Provinciano por decisión, en aquel tiempo cuando trabajaba en la Universidad Católica de Antofagasta, recibe simultáneamente dos cartas, la primera una oferta de trabajo para la Universidad de Notre Dam, ubicada en Indiana, E.E.U.U., la otra una invitación a formar parte del cuerpo académico de la Universidad de Chile de su querido Chillán, como el mismo declara. Así resuelve esconderse del ruido, volver a lo conocido, porque su vida y su obra “es una línea teñida de sugerencias, el más leve recuerdo de infancia, la tierra, el hombre que se hospeda en el mundo interior…Experimenta la lucha cotidiana del artista en su mundo”.[11]
Hernández es un gran poeta, “que ha sabido sabiamente mantenerse a distancia de la influencia de Nicanor Parra, sin embargo, en algunos casos lo supera, es un poeta del dolor, de la ternura, del amor a sus semejantes, de la solidaridad, de un gran humanismo”.[12] Porque “Se aproxima al misterio: lo roza con un soplo, y el soplo es como las alas de un colibrí… el espíritu que en su poesía jamás se interrumpe”[13].
Hace dos años, cercano a la muerte casi en precipicio, resurge de un coma diabético, además se recupera de una pulmonía fulminante, su vocación de soledad lo desafía constantemente en esta estación longeva, Hernández pregunta en su poema Señor…
“Señor dime si existes /te pregunto en la noche del desamparo y la amargura /mientras mis propios demonios/ me clavan a esta cruz invisible/ con los horrendos martillos/ de la culpa.”[14]
“De aquí se recoge la catarsis y la liberación que ha sido la poética de Sergio Hernández. Sólo escribe cuando está triste”. [15]
Sergio Hernández forma parte del Patrimonio intangible de Chile, de ese “Patrimonio Olvidado”, por ello es el momento del renacimiento, de retomar el vuelo, de acariciar aquel pez del susurro, luminoso, que enciende el Acuario. Puesto que el respeto y reconocimiento de sus pares, no es suficiente, se necesita el compromiso en la propagación su obra. Mi encargo es rescatar su figura desde el “olvido” incluso desde la “ignorancia”.
Finalmente quiero recordar aquellas palabras de admiración que Pablo Neruda otorga a Sergio Hernández, en el prólogo del libro “Registro”:
"De cuanto se ha escrito, ¡y tanto!, el poeta que más leo es el agua que corre.
Cada página entre las piedras o bajo la hojarasca o sumando y sumiendo en su cause la luz y la noche, cada página tiene canto y cristal.
La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta.
Proclama sencillas riberas en que se entrelazan la menta y el orégano.
O incursiona entre los muros y nos relata mínimos secretos, gotas del alma, papeles del olvido.
O atraviesa la congoja sin que se perturben sus alados quilates porque cantando continúan su fresquísima hermosura.
Yo alabo a este poeta fraternal que entre provincia y provincia conserva el corazón reluciente de una estrella.
Y no me canso de escuchar la luz del agua ni me fatiga ver su canto que sílaba a sílaba nos va deletreando su cristalina verdad." PABLO NERUDA. Isla negra, enero de 1965.
Hernández alejado de todo bullicio, siempre ha sido un poeta de provincia. Nace en la ciudad de Chillán, Chile, el 17 de marzo de 1931, y se define a si mismo como “Anticonvencional y antiburgués, hipocondríaco y psicosomático”. Además nos advierte de su existencia en uno de sus poemas “ Yo soy como las plantas”:
Yo soy como las plantas o los árboles/ Que nunca han sabido quienes son/ y echan flores o espinas/ o atrapan insectos/ ellos están ahí simplemente/ como yo en mi tierra/ y no les interesa ser astronautas…”[1]
Hernández interviene en la literatura chilena con su temática del recuerdo: la infancia, el campo, la muerte. Junto a Efraín Barquero, el poeta de la tierra y el aire, Rosa Cruchaga y el sobremundo y Jorge Tellier, el poeta lárico, conforma la denominada Generación del 50’, generación que aporta renovados aires a la literatura chilena.
Con su amigo Jorge Tellier comparten la corriente lárica, corriente que abraza recuerdos, calles y caminos, tierras y mares. No obstante Hernández transita en voz baja, por ello es considerado el poeta del susurro, sin embargo su vuelo es universal. El mismo Tellier se refirió a la poética de Hernández, “delgadamente nostálgica… su poesía llega al corazón y a los sentidos”.[2]
“Ha sido un poeta sin esfuerzo”[3], frase que se explica desde su origen. Proviene de una familia de artistas, sensibilidad que Oscar, su hermano mayor, manifestó a través de la pintura, pues fue un destacado artista chillanejo, Baltazar sigue los pasos de Oscar, más aún su arte es reconocido en todo Chile, Ángel dedicado a las letras busca su refugio en el cuento y Sergio el menor de los nueve, es el Poeta. A estos hermanos les marca la imagen enlutada su madre. Sergio observa la única fotografía del padre, imagen idealizada tras los relatos de los mayores, pero se consuela con una frase de Jean Paul Sartre “Si mi padre hubiese vivido, se habría echado encima de mí con todo su peso, afortunadamente murió joven”,[4]
Su infancia, tema importante dentro de su obra, fue luminosa, en su libro autobiográfico “Quien es quien en las letras chilenas”, comparte la alegría, aromas e imágenes de aquella etapa. Así también relata su primera cercanía a las letras, tras participar del concurso “Vida de Bernardo O’Higgins”, presenta unas cuartetas populares, y sólo después de comprobar la real autenticidad de su texto, fue el eufórico ganador del primer premio que consistía en el libro Corazón de Edmundo Amicis, lamentablemente su mascota, el travieso perro de la casa descubrió su libro, “Nunca pensé que uno de los seres que yo más quería me estaba destrozando el Corazón” relata Hernández.
El período más sólido y maduro de su vida comienza tras la muerte de “aquella viuda de negro” como la llamó Ángel, producto de un derrame cerebral. Desconcertado por la pérdida de su madre, Sergio debió asumir su existencia cuando recién tenía 17 años, y decide estudiar en el Instituto Pedagógico de Santiago, a pesar de la insistencia de sus hermanos que continuara en la Escuela de Leyes de la universidad de Concepción, Hernández resume aquella etapa con su poema Acuario (1965):
“Mi infancia es un acuario inaccesible/ un ebrio país de trompos y palomas/ al que es preciso llegar con traje blanco/ en una mañana azul/ de sol volcado/ yo no daría ya con los caminos/ pero recuerdo algunas cosas/ bandas de circo/ en tardes de novena/ noches de riñas y cansancios/ dando conmigo en un desfondado sueño sin contorno/ cuando pasaba el regimiento/ abandonaba mis juguetes rotos/ y era mi corazón/ todo mi cuerpo/ después/ vino la bruma en espirales/ un día/ mi madre y los guijarros/ dieron un seco ruido de infinito/ el tiempo frente a mí empuñó las manos/ Soltó pájaros negros en mis ojos/ y un trozo de sol/ cayó entre los labios/ La tarde es un sollozo contenido/ mi infancia/ es un acuario”[5].
En su época de estudiante fue parte del Grupo Literario fundado por el centro de alumnos del Pedagógico, allí es donde conoce al poeta Jorge Tellier con quien ya sabemos forja una gran amistad. Transcurría el año 1954, su poema “Cuento” recibe el PREMIO FECH. Excelente estímulo para aquel tímido estudiante provinciano.
Su memoria de título la realizó en la figura del poeta Nicanor Parra, en aquel entonces profesor de física y mecánica racional del Pedagógico, Sergio tras quedar impactado por el libro “Poemas y Antipoemas” se contactó con el poeta, y así creció una estrecha amistad fruto de aquella admiración.
Hernández, siempre fue un destacado estudiante, por ello recibe una Beca del Instituto de Cultura Hispánica para estudiar en España. Durante ese año, Hernández comparte con el poeta Vicente Aleixandre y con el célebre investigador Dámaso Alonso, quien graba con gran entusiasmo algunos de sus poemas.
Parte de las anécdotas de aquella estadía, es que tuvo el privilegio de asistir a al aeropuerto de Barajas a esperar los restos del destacado poeta Juan Ramón Jiménez, quién había fallecido ese año, y era repatriado desde Puerto Rico, lamentablemente sólo algunas autoridades y escritores estaban en guardia. Al regresar al centro de Madrid observa como “verdaderas hordas humanas se apostaban en las calles, ingenuamente pensó que era el pueblo que rendía honores al poeta, sin embargo se trataba que el Real Madrid regresaba triunfante tras ganar la Copa Europa”[6].
A su regreso a Chile fue inmediatamente contratado por la Universidad Austral de Valdivia, para enseñar Literatura Chilena y Literatura Española Clásica.
Antes de su incorporación a la Universidad, pasa un tiempo en Chillán, Pablo Neruda visita la ciudad, invitado por alumnos del Liceo Narciso Tondreau, en aquel contexto, Hernández conoce a Neruda. Durante su permanencia en Chillán, Neruda exige la compañía de Hernández.
Tras su titulación en el Instituto Pedagógico de Santiago, no abandona la Pedagogía en Castellano a pesar de la insistencia de Neruda:”Tienes que renunciar a tus clases y dedicarte por entero a tu poesía y escribir siempre como si fueran tus deberes cotidianos… debes quitarte ese adoquín pedagógico”. No haciendo caso al consejo, actualmente a sus 77 años, Hernández es Académico de la Universidad del Bio - Bio. En aquel entonces Nicanor Parra supo de esa conversación y le dijo: “Yo habría renunciado, pero al día siguiente me habría presentado en la casa de Neruda, diciéndole: renuncié, aquí estoy”.
La obra de Hernández comienza en 1959 con el libro “Cantos de Pan”, posteriormente publica en 1965, el libro “Registro” de la editorial Nascimento, y con prólogo de Neruda, la prensa de la época describe de este libro “como significativo y ejemplar desde el título, es uno de los más destacados libros de poesía últimamente publicados”[7], a la vez señala que “Raras veces un libro alcanza tanta fuerza y tanta verdad sumergida en la abrupta naturaleza humana y en la repetida geografía poética de nuestro país”[8]; en 1979 Sergio Hernández nos regala el libro “Últimas Señales” también de la editorial Nascimento; En 1981 escribe un libro autobiográfico titulado “¿Quién es quién en las letras chilenas?”; La Editorial Casa de la ciudad de México publica ”Quebrantos y Testimonios” en 1993, con el destacado Prólogo del poeta Hernán Lavín Cerda; en 1998 publica “Adivinanzas” un libro para niños, su primera edición realizada por Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Antofagasta, la 2° edición en año 2005, acompañada con ilustraciones del artista visual Máximo Beltrán; durante el año 2002 publica su último trabajo, la antología titulada “Sol de invierno” de la Editorial Universidad del Bio- Bio.
Por otra parte el poeta ha sido reconocido con el ya mencionado Premio Fech 1954; A esta distinción se suma el Premio Municipal de Arte de Chillán, en 1968; Además fue galardonado con el Premio Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Valparaiso, en 1972. El Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación durante el año 1997, le otorga el Premio Beca a la trayectoria en el campo de las letras. En el 2005 recibe el Premio Regional de las Artes Literarias “Baldomero Lillo”.
Durante este año 2008, fue homenajeado por la Universidad Mayor de Santiago, en el contexto de la XVI Feria del Libro “La chilenidad en nuestra poesía”, esto junto a destacados poetas de Chile.
Además el Consejo Regional de la Cultura y las Artes, realiza el Homenaje a su Trayectoria Literaria, dentro del marco de celebración de la “Fiesta de la Cultura” que se realizó en la ciudad de Chillán.
La poética de Sergio Hernández nos ofrece una “visión transparente y reveladora de la parte más dramática de la existencia”[9]. Sin embargo su poesía no es parte del consciente popular, más bien es reconocida en un reducido círculo intelectual de Chile. Su figura y su obra más bien forman parte de ese denominado grupo de “poetas olvidados” que paradójicamente, fue el tema que Hernández presentó a modo de discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Real Academia Chilena de la Lengua. Aceptado como el primer chillanejo en formar parte de ese cuerpo. Quizás esa extrema humildad, lo aleja de las luces, la cual deja al descubierto al comienzo de su discurso: “Estamos asistiendo a un acto insólito en nuestra provincia. Por primera vez la docta corporación que fundaran José Victorino Lastarria y otros esclarecidos compatriotas del siglo pasado, celebra una simbólica sesión en nuestra ciudad para incorporar, como miembro correspondiente, al modesto chillanejo que les habla…”[10]
Ciertamente las circunstancias y las decisiones forman parte de este juego. Provinciano por decisión, en aquel tiempo cuando trabajaba en la Universidad Católica de Antofagasta, recibe simultáneamente dos cartas, la primera una oferta de trabajo para la Universidad de Notre Dam, ubicada en Indiana, E.E.U.U., la otra una invitación a formar parte del cuerpo académico de la Universidad de Chile de su querido Chillán, como el mismo declara. Así resuelve esconderse del ruido, volver a lo conocido, porque su vida y su obra “es una línea teñida de sugerencias, el más leve recuerdo de infancia, la tierra, el hombre que se hospeda en el mundo interior…Experimenta la lucha cotidiana del artista en su mundo”.[11]
Hernández es un gran poeta, “que ha sabido sabiamente mantenerse a distancia de la influencia de Nicanor Parra, sin embargo, en algunos casos lo supera, es un poeta del dolor, de la ternura, del amor a sus semejantes, de la solidaridad, de un gran humanismo”.[12] Porque “Se aproxima al misterio: lo roza con un soplo, y el soplo es como las alas de un colibrí… el espíritu que en su poesía jamás se interrumpe”[13].
Hace dos años, cercano a la muerte casi en precipicio, resurge de un coma diabético, además se recupera de una pulmonía fulminante, su vocación de soledad lo desafía constantemente en esta estación longeva, Hernández pregunta en su poema Señor…
“Señor dime si existes /te pregunto en la noche del desamparo y la amargura /mientras mis propios demonios/ me clavan a esta cruz invisible/ con los horrendos martillos/ de la culpa.”[14]
“De aquí se recoge la catarsis y la liberación que ha sido la poética de Sergio Hernández. Sólo escribe cuando está triste”. [15]
Sergio Hernández forma parte del Patrimonio intangible de Chile, de ese “Patrimonio Olvidado”, por ello es el momento del renacimiento, de retomar el vuelo, de acariciar aquel pez del susurro, luminoso, que enciende el Acuario. Puesto que el respeto y reconocimiento de sus pares, no es suficiente, se necesita el compromiso en la propagación su obra. Mi encargo es rescatar su figura desde el “olvido” incluso desde la “ignorancia”.
Finalmente quiero recordar aquellas palabras de admiración que Pablo Neruda otorga a Sergio Hernández, en el prólogo del libro “Registro”:
"De cuanto se ha escrito, ¡y tanto!, el poeta que más leo es el agua que corre.
Cada página entre las piedras o bajo la hojarasca o sumando y sumiendo en su cause la luz y la noche, cada página tiene canto y cristal.
La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta.
Proclama sencillas riberas en que se entrelazan la menta y el orégano.
O incursiona entre los muros y nos relata mínimos secretos, gotas del alma, papeles del olvido.
O atraviesa la congoja sin que se perturben sus alados quilates porque cantando continúan su fresquísima hermosura.
Yo alabo a este poeta fraternal que entre provincia y provincia conserva el corazón reluciente de una estrella.
Y no me canso de escuchar la luz del agua ni me fatiga ver su canto que sílaba a sílaba nos va deletreando su cristalina verdad." PABLO NERUDA. Isla negra, enero de 1965.
[1] Sergio Hernández, Quebrantos y Testimonios 1993
[2] Francisco Santana “Evolución de la Poesía Chilena” Editorial, Nascimento 1976.
[3] Cesar García, Historia Ilustrada de Chile y su Literatura, 1985.
[4] Sergio Hernández, ¿Quién es quién en las letras chilenas? 1981
[5] Sergio Hernández, Registro, 1965.
[6] Sergio Hernández, ¿Quién es Quién en las letras Chilenas”, 1981.
[7] Hernán Loyola, Diario “El Siglo” 1965.
[8] Mario Bahamonde, “El Mercurio” de Antofagasta, 1965.
[9] Hernán lavín Cerda, Prólogo Quebrantos y Testimonios, 1993.
[10] Atenea N° 448, Santiago, 1983.
[11] Carlos René Correa; Poetas Chilenos del siglo XX, 1972.
[12] Jaime Valdivieso “dos poetas” Punto Final, 1993. Comentando Quebrantos y Testimonios.
[13] Hernán Lavín Cerda. En el prologo del libro Sol de invierno. 2002
[14] Sergio Hernández, Quebrantos y Testimonios, 1993
[15]Hernán Lavín Cerda. En el prologo del libro Sol de invierno. 2002
2 comentarios:
Fui su alumno en la Chile sede Chillán, en el 77,alumno y compañero de bohemia, de exesos y tributos, cambió mi vida,ahora enseño lo que él me enseñó; El placer de la palabra. Félix
Santos Oporto es mi nombre,fui su alumno durante tres años en la sede de la Chile en Chillan años 71 al 74. Fue mi maestro mentor y aun mantengo el espiritu poetico que el nos enseño,a pesar que no pude seguir la carrera de maestro,recuerdo con cariño y nostalgia aquel tiempo que el no s regalo con afan en las aulas y en las noches de bohemia.Junto a mis compañeros Jorge "Baudilio"Sepulveda.Q.E.P.D.y a Rene y el Negro Morales.Que Dios lo tenga en su Gloria Santos Oporto.
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