jueves, 4 de septiembre de 2008

Me persigue Chillán


Sergio Hernández el poeta de Chillán
Candidato al Premio Nacional de Literatura
Desde la profundidad de una conversación en la mágica Estación de Chillán, querido Profesor Hernández, tus versos quedaron grabados en el corazón de tus discípulos que desde el incógnito silencio del tiempo, te vemos caminar por la antigua calle Libertad.
Me persigue Chillán dice el poeta que camina con la ternura de un niño y el paso a medio andar.
Por todas partes se abren caminos y senderos, cuando en su compañía pasea algún forastero, que escondido entre lunas y estrellas, escucha algún poema cantado a la amistad.
Con la mirada puesta en este mundo activo, hilvana en su verso poemas de oloroso pan, los que flotan en el alma de su ciudad Chilena, la que ama más que nadie, su ciudad natal, Chillán.
Chillán, persigue su alma, sus huesos, sus sentidos, hasta su misma sombra la quiere para si, es como un gran tesoro, que entre el volcán y el río, se oculta como un juego en un silencio casi sepulcral.
Chillán persigue a sabios, poetas y cantores que han absorbido el aire de su fuerza ancestral. Es una plaza de pueblo que envuelve con su magia y es lámpara que alumbra de cordillera a mar.

Me dice en sus versos que Chillán es su principio, Chillán es lo que tiene, Chillán es su verdad, vertiente interminable de ideas que caminan y rondan la mirada del que aprendió a mirar.
Es que su poesía, enseña con bondades y verdades infinitas, que no se olvidan más, sobre todo, a los que en algún momento de nuestra existencia, caminamos juntos por el maravilloso camino de las letras.
La poesía de Sergio Hernández tiene el sabor de los vinos más exclusivos de nuestro país.
Es de palabra sencilla, pero no por eso menos profunda.
Es de sonidos que se acercan a ti y te hablan casi musitando.
Es de una sensibilidad conmovedora.
Es de recado infinito.
Es de angustia y abandono.
Es de amor y soledad.


A propósito de: Me persigue Chillán de Sergio Hernández
Por: Carmen Castillo Salamanca

Municipalidad de Chillán respalda postulación de Sergio Hernández

Me persigue Chillán por todas partes… fueron algunos de los versos utilizados por el concejal Cristian Quiroz para proponer el apoyo oficial de la Municipalidad de Chillán a la postulación al Premio Nacional de Literatura del poeta chillanejo Sergio Hernández.

En sesión del día cuatro de agosto el edil señaló que "la obra poética de Sergio Hernández es notable, él es _sin duda_ uno de los grandes poetas nacionales, representa una generación notable. Es un orgullo para nosotros su postulación al Premio Nacional de Literatura, con él podemos demostrar que Chillán no sólo es historia y pasado, sino también presente y futuro" precisó Quiroz.

La propuesta del concejal de apoyar formalmente la postulación de Hernández y de testimoniar dicho apoyo encontró eco en todos los miembros del Concejo, lo que se tradujo en que el alcalde Bernucci requiriera al final de la reunión el acuerdo de los concejales para aprobar la iniciativa, lo que se materializó de forma unánime.

Fuente: http://www.muestrate.cl/noticias/municipalidad-de-chillan-respalda-postulacion-de-sergio-hernandez

domingo, 20 de julio de 2008

Carta de presentación de Sergio Hernández Romero al Premio Nacional de Literatura 2008.

Sres. Jurado,De nuestra consideración:
Tenemos a bien realizar la presentación de Sergio Hernández Romero al Premio Nacional de Literatura del presente año, en honor a los innumerables méritos que el Poeta tiene a su haber, en la que ha sido una incansable labor dedicada a las letras tanto en el ámbito de la creación literaria como en el de los estudios académicos.
Sergio Hernández nace en la ciudad de Chillán en 1931 y es parte de la denominada generación del 50. Estudia Pedagogía en Castellano en el Pedagógico de la Universidad de Chile, gana el premio FECH de poesía en 1954, obtiene una beca para realizar estudios de post-grado en Literatura en España en 1957. Publica su primer libro en 1959, “Cantos de Pan”, y en 1965, su segundo libro de poesía: “Registro”, donde el poeta Pablo Neruda le dedica estas palabras, a modo de prólogo, que vienen a señalar algunos elementos principales de su poética: “La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta. /Proclama sencillas riberas en que se entrelazan la menta y el orégano. /O incursiona entre los muros y nos relata mínimos secretos, gotas del alma, papeles del olvido. /O atraviesa la congoja sin que se perturben sus alados quilates porque cantando continúan su fresquísima hermosura (Isla Negra, 1965)”.
Desde sus primeras incursiones, Hernández destaca como un Poeta de excepción. Lo confirman los comentarios que le dedican Alone, Ricardo Latcham, Raúl Silva Castro, Benjamín Subercaseaux, Andrés Sabella, Mario Bahamondes, Carlos René Correa, Ignacio Valente, Jaime Valdivieso, Fernando Quilodrán, Mario Rodríguez y tantos otros más.
Sumado a esto, es necesario mencionar su larga trayectoria como Profesor de Literatura en diversos planteles universitarios a través de nuestro país: La Universidad de Chile (sedes de Valdivia, Antofagasta y Chillán), la Universidad de Talca y la Universidad del Bío-Bio, en lo que significó cerca de 40 años de docencia académica, y que le valió la invitación a formar parte como miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, transformándose así en el primer chillanejo en recibir tal distinción.
Entre sus premios más relevantes se encuentra el haber recibido el Premio Municipal de Arte de Chillán (1968), el Premio Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Valparaíso (1972), el Premio a la Trayectoria en el campo de las Letras 1997 (otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación), y el Premio Regional Baldomero Lillo 2005 (otorgado por el Consejo Nacional de Cultura y las Artes, Región del Bío-Bio).
Hernández es una de las voces mayores de la poesía chilena en la actualidad. Su obra está siendo objeto de preocupación y estudio, tanto dentro como fuera de nuestro país. Un autor que no se ha promocionado, que no ha desarrollado un trabajo de auto-publicidad cae indefectiblemente en el olvido. Más, si su opción de vida le impone vivir y deambular en la provincia de nuestro país. No obstante lo anterior, Hernández ha sabido mantenerse dentro de una saludable vigencia, hecho que le ha permitido ser depositario del afectuoso rescate y el interés de las generaciones jóvenes ligadas al mundo de las universidades y el arte (véase por ejemplo, la página web que le creó la Escuela de Diseño Gráfico de la Universidad del Bío-Bio: www.ubiobio.cl/hernandez/).
Su trazo poético que huye del excesivo retoricismo, trabaja en torno al material vivencial, haciendo gala de un lirismo puro y coloquial, transformando sus textos en mensajes de profunda humanización. Sus temáticas son variadas: vida, muerte, amor, existencialismo, infancia, etc. Jamás cede en su empeño a la reflexión y a la búsqueda de la belleza que refleja la sencillez en el habla, hecho que le ha permitido lograr la universalidad a través de un discurso que de manera transversal, puede ser leído, entendido y disfrutado por cualquier lector, en cualquier latitud, no sólo de nuestro país, si no del mundo.
La aparición de su obra, se completa con la publicación de “Últimas señales” (1979), su libro “Adivinanzas”, construido especialmente para niños y que ha visto varias re-ediciones (1978, 1998 y 2005), además de las versiones antológicas como “Quebrantos y testimonios” publicado en México en 1993, y “Sol de invierno” publicada por la Universidad del Bío-Bio en el 2002.
Por todo lo anteriormente expuesto, es que tenemos el honor de presentar la candidatura del poeta Sergio Hernández Romero al Premio Nacional de Literatura 2008, como una forma de merecido homenaje a su obra y trayectoria realizada y construida desde la provincia de nuestro país.

Firmaron este documento:
Elgar Utreras Solano, Director de Ortiga Ediciones.
Diana De la Fuente Ortega, Relacionadora Pública de Ortiga Ediciones.
Hugo Quintana, Editor de Ortiga Ediciones.

miércoles, 2 de julio de 2008

"COMO SI FUERA UN DEBER COTIDIANO":Conversaciones con Sergio Hernández Romero

Por Jorge Rosas Godoy. Doctor en Literatura.
Así se ha titulado esta conversación, ya que a Hernández, el gran Vate, le recomendó que dejara "el adoquín pedagógico e hiciera de su quehacer poético un deber cotidiano", y, a pesar de que éste no lo hiciera así, su opción de vida fue, de todas maneras, la literatura: como poeta, académico y ensayista.

Jorge Rosas Godoy:- Don Sergio. ¿Cómo conoce a Pablo Neruda?Sergio Hernández:- A Neruda le conocí en el Pedagógico por el año '51- '52, cuando fue a ofrecer un Recital. Pero nuestra modesta amistad comenzó por allá por el '58, a fines del '58.
-¿Cómo es esta amistad?-Muy afectuosa, recordada y privilegiada.-¿Esos años en el Pedagógico, no estuvo sólo realmente?- No. Efectivamente, no estuve tan sólo. Compartí con mis compañeros de generación: Jorge Teillier y Rolando Cárdenas, con quienes me unió una larga amistad. Y con Enrique Lihn, a pesar de que él no pertenecía al Pedagógico sino que al Bellas Artes; Efraín Barqueros, Delia Domínguez, Isabel Velasco, Alberto Rubio, Armando Uribe, Pablo Guíñez, Mariana Latorre o Sonia Quintana, con quienes establecimos excelentes relaciones las pocas veces que las circunstancias nos han reunido.- ¿Y Lara, Quezada, Pérez…?- Bueno ellos son de la generación inmediatamente posterior. Y en realidad son aquellos a quienes me he sentido más próximos: Omar Lara, Jaime Quezada, Floridor Pérez, Waldo Rojas, Enrique Valdés y Federico Schopf.
- ¿Cómo es, en definitiva, el comienzo de sus relaciones con Neruda?Cómo habíamos adelantado, en el Pedagógico, en un Recital. Luego de ser presentados como: "el más flaco" y "el flaco de Chillán".Posteriormente, desde fines del '58 en adelante. Recuerdo por ejemplo, a mi llegada a Chillán, después de más de un año en España, me encuentro con que Neruda está invitado por los alumnos del Liceo, y cuyos dirigentes conversan conmigo para que yo presente a Pablo Neruda, en el Teatro Mayor. Dos o tres días estuvo con nosotros. Y exigió mi compañía durante su permanencia.Cuando supo que había llegado desde España, me sometió a un verdadero interrogatorio: "es que ellos manejan muy bien el idioma - dijo"-¿No sería eso lo único que dijo?-No. Por cierto. Él admiraba mucho los clásicos, entre algunos, a Góngora y a Quevedo, especialmente este último por su cercanía como hombre comprometido con su poesía, su pueblo y su política. De entre los coetáneos a Alberti y a Aleixandre, con quienes compartí y tuve el privilegio de acompañar a recibir los restos mortales de Juan Ramón Jiménez.-Luego de la visita a Chillán, Ud. le fue a ver, pues él le había invitado…-Así es. Luego le fui a ver. Con temor, ya que pensaba que era un decir de "buena crianza" no más.En principio, lo negaron, pero cuando supo que era yo, me recibió de inmediato. Más tarde asistimos a una charla.-¿Y en qué otros lugares se encontraron también?- Bueno, la vez más próxima fue cuando yo estaba en Valdivia. Neruda entró en una frutería y escuchó a unos alumnos referirse al Profesor Hernández de Chillán; entonces éste mandó a buscarme. Por suerte para mí, mi director en ese entonces era Eleazar Huerta, así que el me autorizó para que lo acompañara por las islas y sus presentaciones.-¿Qué anécdotas recuerda?- Que él comentaba que en Varsovia, París, etc, donde él llegaba lo anunciaban los diarios, pero allí en Valdivia era, más bien, el hombre invisible.Después, luego de la reunión y presentación partidaria, se le vino la muchedumbre encima. Entonces me toma del brazo y me dice:" quisiera salir de aquí en un helicóptero … y vamos, vámonos a comer centollas, centollas…"-¡Algo aburguesado Neruda eh!- Sí. Por cierto, era muy aburguesado. Tanto es así que se recriminaba no poder escribir como el pueblo, es decir, él escribía para el pueblo, pero su escritura no era comprendida por el pueblo. Nunca lo logró.-Bueno, René de Costa recoge precisamente estas palabras en la voz de Neruda del año '53, a propósito del Lirismo Sencillo: Odas Elementales. La poesía es como el pan, y debe compartirse por todos, los letrados y los campesinos, por toda nuestra vasta, increíble, extraordinaria familia de pueblos. Yo confieso que escribir sencillamente ha sido mi más difícil empeño.-Exactamente, esto fue muy difícil para él, pues siempre reconoció ser del pueblo; mas su realidad fue, más bien, burguesa.Recuerdo todas las comidas y fiestas en que compartimos con él y, por cierto, nada de aquello era "de pueblo". Por ejemplo, en Isla Negra celebrábamos su cumpleaños, después de almuerzo y su siesta, abrió su casa para el pueblo y globos y todo eso…- Ud. en "Quién es Quién…" menciona que también estuvo trabajando en Valparaíso, Antofagasta, y posteriormente a ese libro, en Talca y actualmente en su Chillán natal…- Así es. En Antofagasta, en una oportunidad, también me encontré con Neruda con la gente que reunía Mario Bahamonde; sobre todo al grupo que nos reuníamos en torno a la librería Nortelibros: Alfredo Aranda, Pedro de la Barra, Andrés Sabella, Andrés Sotomayor, Osvaldo Silva y Sergio Correa, entre otros. Y de Arica, Oscar Hahn y Nana Gutiérrez.Y en Valparaíso, con Sarita Vial, Armando Solari, Patricia Tejeda y otros. Formamos el grupo "La Bota". Cuando llegaba Neruda al Puerto, Sarita nos reunía en el restaurante Alemán, en torno al patriarca que escanciaba, solemne la cerveza desde una hermosa bota traída desde Alemania.-¿Y cómo se entraba al club? -Con un ritual: taparse los ojos con un pañuelo y dibujar un chancho.
-Era entretenido. ¿Después de todo era muy solemne?Era de engañarse porque él no era lo que se creía. Era muy ingenioso, de buen humor. Le gustaba la buena mesa, el buen vino, el buen wisky, las buenas fiestas. No era un viejo grave. Le gustaba departir, para eso él trabajaba todo el día. Recuerdo que en la isla, tenía un escritorio al bajar a la playa. Siempre era entretenido andar con Neruda. Se conocía gente importante. A Carpentier, a Losada. Por ejemplo, yo estaba allí cuando este editor argentino llegó con una copia de Veinte Poemas de Amor…, era para celebrar la venta de un millón de ejemplares este libro.-A propósito de libros. ¿Cómo fue eso del prólogo de Neruda?- Bueno yo quería publicar mi libro Registros. Se lo presenté a don Carlos Nascimento, pero éste me puso la condición de traer un prólogo de Neruda para la publicación, sólo de ese modo podría ser.- ¿Y qué hizo entonces?- Me atreví, pero pensando que solamente lo pediría una sola vez. Pero el accedió. Y fue así, como en otra ocasión, estando con Hugo Montes y Andrés Sabella; luego de unos wiskys, me mandó llamar y me dijo: "tu prólogo viene en la maletas".-¿Y qué le pareció? ¿No estaba asustado por el contenido?-No. Porque ya el '54 Alone había realizado una buena crítica acerca de mi poesía. También el '56, Huerta había publicado una antología en la que me incluía. Por lo tanto estaba, más bien, expectante.-¿Qué decía el Prólogo?-Decía algo así como lo que sigue: "Pequeño Prólogo Para su Poesía"De cuanto se ha escrito, ¡y tanto!, el poeta que más leo es el agua que corre.Cada página entre las piedras o la hojarasca o sumando y sumiendo en su cauce la luz y la noche, cada página tiene canto y cristal.La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta... Bueno, algo así.-¡Bueno don Sergio, pero no todo es solemnidad!-¡Sí!. Recuerdo un lugar en el que estaba Neruda y se nos acercó un marino borracho y le pide un autógrafo:- "Don Pablo" fírmeme aquí, este papelito, que yo tengo en mi casa los veinte desesperados y una canción de amor". Todo fue risa para él, gozaba con estas cosas. En otra ocasión, nos tomaba del brazo, alrededor de la mesa y decía:"ya, pongámonos barrocos".-¿Y qué de esas otras anécdotas que no le hacían reir? -Ah! Bueno. Esas… la mayor de las veces no le daba importancia. Por ejemplo una vez le pregunté por Huidobro y dijo que lo mejor que tenía era sus vinos. Claro que estaba molesto porque fue él quién le hizo reconocer un plagio a través de Volodia Teitelboim y que en realidad era una paráfrasis. De Parra, ni se acordaba, pero éste sí. Por ejemplo publicó que "muera la Cordillera de la Costa/ viva la Cordillera de los Andes". Además de otras cosas; v.gr: Un poema que se titula Manifiesto:
Nosotros repudiamosla poesía con gafas oscurasla poesía de capa y espadala poesía de sombrero alón.……………………………….
La poesía de pequeño diosla poesía de vaca sagradala poesía de toro furioso.
Pero todo esto ocurre más hacia los'30s a los '50s. Aquí es menester ubicar un poema muy fuerte que escribiera Neruda entre el '50 y el '53.-Sí. Si existe ese poema. Lo trascribiré luego… Creo que De Costa lo rescata en su libro y se llama Estoy Aquí… (19)
Pues he aquí un extracto del poema.
Estoy aquí con mis labios de hierroy un ojo en cada manoy con mi corazón completamente, y viene el alba, viene el alba,y estoy aquí a pesar deperros, a pesar de lobos, a pesarde pesadillas, a pesarde ladillas, a pesar de pesares…………………¡Cabrones!¡Hijos de puta!¡Hoy ni mañanani jamásacabaréis conmigo!………………….y me cago en la puta que os mal parióderokas, patíbulos,Vidobras…
-Bueno, dejemos esto hasta aquí y busquemos algunas respuestas teóricas, quizás, para la diversa poesía de Neruda.-Efectivamente, en Neruda hay diversos Nerudas, pero cada uno de ello tocado profundamente por las circunstancias que tuvo que enfrentar. En definitiva, era un Neruda de circunstancias. Toda su obra está cruzada por ellas, desde Crepusculario, que es donde sienta las bases para toda su poesía, vale decir, allí están todas los gérmenes para su poética.

Recepción literaria.
-¿Dígame don Sergio? Siempre se ha dicho que Neruda jamás teorizó. ¿Pero es posible esto en un Vate como él?--En realidad nunca hablaba de su poesía, pero cuando se le preguntaba respondía muy bien. Uno se daba cuenta de inmediato que las lecturas que él había realizado y seguía haciendo, influían en su escritura. Además desde siempre fue un excelente lector.Por ejemplo una vez le pregunté acerca de un poema que fue escrito en la época de Crepusculario, "Caminando bajo la luna". Él responde:-"no es posible, ya que corresponde a un poema nocturno". Aquí se da cuenta uno que Neruda, sí sabe lo que hace, y más aún, él va a publicar en revistas y prensa cuando sea necesario alguna explicación acerca de su poesía y su visión de mundo. Ya en "Claridades", en "El Caballo Verde de la Poesía", etc. Especialmente en "El Caballo Verde de La Poesía" que es donde va a publicar un manifiesto, el de la "poesía manchada", sin pureza; en contra de la Poesía Pura de Juan Ramón Jiménez:
Una poesía impura, como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición y actividades vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilias, negaciones, dudas y afirmaciones... Y no olvidemos nunca la melancolía, el gastado sentimentalismo, perfectos frutos impuros de maravillosa calidad olvidada, dejados atrás por el frenético libresco: la luz de la luna, el cisne en el anochecer, "Corazón mío" son sin duda lo poético elemental e imprenscindible. Quien huye del mal gusto cae en el hielo.
-¿De qué otra manera nos damos cuenta de esto?--Es muy sencillo. Descubriendo sus lecturas. Como por ejemplo el viejo Walt:"Hay muchas formas de la grandeza, pero a mí, poeta del idioma Castellano, Walt Whitman me enseña más que Cervantes: en su obra no queda humillado el ignorante ni es ofendida la condición humana": - dice Neruda en USA.-¿Qué otras voces coexisten en Neruda?-En primer lugar hay que reconocer que un poeta como Neruda no aparece por generación espontánea, es el producto de un talento natural más la adecuada asimilación del legado de su oficio. En este contexto, Darío todavía reinaba, sobre todo, en provincia.
- Aquí también es necesario recordar a Durán ¿no?, que es uno de los críticos que defienden que la estética modernista siguió presente en la obra de madurez del poeta chileno. Para ello, Durán divide el movimiento modernista en Chile en tres sectores: el de los parnasianos de los cuales nunca gustó Neruda; el de los neorrománticos, ejemplificado en Gabriela Mistral, poetisa unida al chileno por lazos de amistad y que posiblemente marcó los primeros pasos de Neruda; y finalmente el de los metafísicos finiseculares como Rimbaud y Baudelaire. De estos tres grupos todos presentes en la obra de Darío, Neruda se decantará por los neorrománticos y por los metafísicos. -¡Claro que sí! Darío, reúne estos tres estadios, pero Neruda no se queda sólo en lo neorromántico y lo metafísico, sino que trasciende la melancolía y sus Residencias.- Pero los principios del modernismo pronto desaparecerían de su obra, según Volodia Teitelboim: "Neruda se libra casi al empezar de los modelos del modernismo. Su sentido de la vida natural está determinado en buena parte por la presencia de las tierras húmedas de la Frontera, donde la lluvia, el vapor del agua entre los bosques que circundan la ciudad recién nacida, todo ello lo hace melancolía, pero a la vez ansioso de compañía; donde las flaquezas intelectuales de un ambiente fenicio despertarán en este poeta una respuesta de poderoso y variado registro que se revela contra todas las tiranías del verso establecido, pero a la vez impondrá, por presencia arrolladora, que llena cincuenta años de poesía chilena, su propio dictado, contra el cual han intentado inútilmente insurreccionarse generaciones sucesivas de poetas".-Sería reductivo pensar así, ya que las tierras húmedas de la frontera no serían sólo melancolía, sino compromiso, una utopía que buscar y conquistar. Neruda no es sólo el Lar sino el VATE.Pero, por otra parte, no debemos olvidar que el mismo Huidobro había tratado de ahogar los cisnes darianos en su Espejo de Agua, publicado en 1916. Y que el peruano César Vallejo, demuestra inusitada originalidad, sólo a partir de "Trilce" y que otros aires trata, también, de traer a la poesía de América la publicación de "Fervor de Buenos Aires" de Jorge Luis Borges.
Directamente otras voces en Pablo serán, como adelantamos, Góngora y Quevedo, especialmente este último. Aquí se debe recordar Viaje al Corazón de Quevedo:
(…) Por eso, en tanta región incierta, Quevedo me dio a mí una enseñanza clara y biológica. (… )(…) No es el transcurriremos en vano, no es el Eclesiastés ni el Kempis, adorno de la necrología, sino la llave adelantada de las vidas. Si el paso más grande de la muerte es el nacer, el paso menor de la vida es el morir.Por eso la vida se acrecienta en la doctrina quevedesca como yo lo he experimentado, porque ha sido para mí no una lectura sino una experiencia, con toda la rumorosa materia de la vida. (20)
Otro, fue Sabat Ercasty, quien influyó en su poemario Hondero Entusiasta. Y que fuera publicado 10 años más tarde por la influencia que éste ejerció.
Prueba de ello es que el mismo Neruda envía los originales a Carlos Sabat y éste le confirmó su huella. Cronológicamente el libro fue concebido después de Crepusculario. Neruda aclaró el '33:
Los poemas recogidos en este libro formaron parte de un ciclo de mi producción desarrollada hace ya cerca de diez años. La influencia que ellos muestran del gran poeta uruguayo Carlos Sabat Ercasty y su acento general de elocuencia y altivez verbal me hicieron sustraerlos en su gran mayoría a la publicidad. Ahora, pasado el período en que la publicación del "El Hondero Entusiasta" me hubiera perjudicado íntimamente, los he entregado a esta editorial, como un documento, válido para aquellos que se interesan en mi poesía. (21)
También podemos reconocer a Tagore, especialmente con el bochorno en "Veinte Poemas...", a William Blake, T.S. Eliot, Edgar Lee Masters, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud; y tantos otros, que incluso la misma Gabriela le facilitara. Pero, en esta misma línea, la de los surrealistas y vanguardistas, prefiere a Paul Eluart y a Luis Aragón en vez de Baudelaire.
Finalmente, Neruda mismo lo dice en sus versos:
Fueron creadas por mí estas palabrascon sangre mía, con dolores míosfueron creadas.Yo lo comprendo, amigos, yo lo comprendo todo,se mezclaron voces ajenas a las mías, yo lo comprendo amigos! ...
Y así sigue...
-Haber... haber... rebobinemos... y volvamos a Crepusculario y a Veinte Poemas... Aquí la influencia no sólo es literaria ¿Verdad?--En realidad no puede ser todo literario. Por ejemplo en Crepusculario, Neruda vivía en la calle Maruri, donde años más tarde viví yo también. Allí comprendí todo, como dice el Vate; allí ví lo mismo que él: los crepúsculos de Santiago, todavía sin smog. Cito:
La mariposa voloteay arde - con el sol - a veces.Mancha volante y llamarada,
Ahora se queda paradasobre una hoja que la mece.
Todo se va en la vida, amigosse va o perece.
Se va la mano que te induce se va o perece...
O …
La tarde sobre los tejadoscaey cae.¿Quién le dio para que viniera alas de ave?Y este silencio que lo llevatodo.¿Desde qué país de astrosse vino solo?¿Y por qué esta bruma-plúmula, trémula-beso de lluviasensitivacayó en silencio- y para siempre- sobre mi vida?
En el Hondero Entusiasta, corresponde a un arrebato nocturno al regresar intespectivamente a Temuco a lo que dice:
-Antes de acostarme, abría las ventanas de mi cuarto. El cielo me deslumbró... vivía todo el cielo... como poseído corrí a mi mesa... Como si recibiera un dictado... Al día siguiente leí lleno de gozo mi poema nocturno:
Hago girar mis brazos como dos aspas locas...en la noche toda ella de metales azules...
En Veinte Poemas..., está también el goce de la existencia, especialmente aquel que tiene que ver con sus musas (era muy enamorado este Neruda). Por ejemplo Marisombra era Marisol, que siempre usaba una boina gris, tenía ojos suaves, era el "sosiego físico en los escondrijos de la urbe".
En El Habitante y su esperanza, fue más bien un intento narrativo. Luego vino Anillos, en colaboración con nuestro chillanejo, Tomás Lago, que fue una hermosa prosa poética. Y más tarde, en Tentativa del hombre infinito. Libro, en que quiéralo o no, asimila las influencias vanguardistas europeas, especialmente surrealista. Rodríguez Monegal, diría después: "puede considerarse un verdadero borrador de su futura residencia en la tierra", "resulta una obra original"...
-¿Y esa angustia de vivir, mezcla de duda y desencanto, y esa inquietud por los misterios de la vida presente en Cantos de vida y esperanza obedece a lo mismo?-Así es, infinitamente no sólo las lecturas influirían, sino la vivencia de cada circunstancia. Diría más tarde:- "Mis libros son ese hacinamiento de ansiedades sin salida."-¿Aquí es posible coincidir con Amado Alonso? Me refiero a eso de la hermeticidad en Neruda, pues Alonso dice que éste, en realidad vive lo hermético porque es su expresión en imágenes y metáforas desde la emoción más que de la razón... En este aspecto, entonces, ¿es necesario recordar que Alonso parte relacionándolo con el barroco de Góngora y lo que hay de hermético en ello?- Pero en realidad es aplicable a la circunstancia que vive Neruda, el poeta. Esto es, en Residencia y en cualquiera de sus obras. Cito:
Pero la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,las noches de substancias infinitas caídas en mi dormitorio,el ruido de un día que arde con sacrificiome piden lo profético que hay en mí, con melancolía y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidoshay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.
-Respecto de esta circunstancia ¿Loyola, Concha y Sicard señalan que ésta es, más bien, doctrinal, es decir, que el progreso o evolución social en Neruda, está dado por la doctrina del partido comunista y la dialéctica materialista, por ejemplo en Sicard. Y por otra parte, en Alonso se habla de la conversión en Neruda?-Bueno eso no es tan así. En realidad existe la influencia de Hegel, Heidegger, Sartre, Marx, entre otros. Ahora la circunstancia en Neruda está dada por la misma vida. Por ejemplo en España, con la Guerra Civil, cambia su poesía, pero el hecho trágico de la guerra…
Preguntaréis: Y dónde están las lilas?Y la metafísica cubierta de amapolas?Y la lluvia que a menudo golpeabasus palabras llenándolas de agujeros y pájaros?os voy a contar todo lo que me pasa...
...................................
Venid a ver la sangre por las calles,venid a verla sangre por las calles,venid a ver la sangrepor las calles!
O cuando se entera que un joven, leyendo las Residencias determina suicidarse. Ante esto Neruda solicita que no se editen, por el pesimismo que representan.Ahora, no hay que olvidar que ya en "Crepusculario" estaba lo social, como lo amoroso y lo simple, etc. O sea, en esta obra inicial, sin ser un proyecto arquitectónico, ya adelantaba los motivos de su obra, es decir, su temática.Otra cosa es la realidad misma de Neruda: pobre, provinciano que emigra y se asombra, además que la nostalgia le persigue.O algo más sencillo todavía, cuando publica Los versos del Capitán bajo seudónimo, revela que son las circunstancias las que operan en la conversión o transformación poética; el poeta había cambiado de musa, lanzándose contra los poetas celestes:
Qué hicisteis vosotros gidistas,intelectualistas, rilkistasmisterizantes, falsos brujosexistenciales, amapolas surrealistas encendidosen una tumba, europeizadoscadáveres de la moda?
O en las Odas, por ejemplo:
(...)Al principiome enredabas los piesy caía de brucessobre la tierra oscurao enterraba los ojos en la charca para ver las estrellas.Más tarde te ceñiste a mí con los brazos de la amantey subiste en mi sangrecomo una enredadera........................................(...)Perono me bastó tampoco.......................................(...) Dejé de verte comonáyade vaporosa,te puse a trabajar de lavandera,a vender pan en las panaderías,a hilar con las sencillas tejedoras,a golpear hierros en la metalúrgica.Y seguiste conmigo andando por el mundo,pero tu ya no eras floridaestatua de mi infancia.
Bien, en definitiva, la obra de Neruda va con el mundo, con la poesía. Y por otra parte, el compromiso nerudiano, el personal compromiso, no era con el partido sino con la creencia de que el comunismo era la utopía más cercana a la justicia social.

-Muy bien don Sergio, ya es hora de despedirnos. Pero amenazándole una pronta visita para reconstruir otra etapa de su recepción.

Desde Argentina Sergio Pravaz

Rawson, Chubut, Argentina, 02 de julio de 2008


Tengo el agrado de dirigirme a Uds. con el objeto de manifestar mi adhesión a la candidatura de Sergio Hernández al Premio Nacional de Literatura del hermano país de Chile.
No dudo que nos encontramos frente a un extraordinario hombre de letras cuya moral y decencia lo ennoblecen tanto como el alto brillo de sus mejores poemas.
Asimismo, es más que probable que el día de mañana, no sólo los hermanos chilenos sino todos los habitantes de Latinoamérica que amamos la producción de nuestra propia literatura, podamos decir al unísono que hubo un día que valió la pena -además del día en que conocimos su poesía- porque este merecedor de tan digno lauro verá, tal vez a su fatigoso pesar, como su trabajo lírico llegará a confines tan insospechados como no buscados.
No sólo uno es feliz al descubrir una dimensión tan vasta en una obra poética, sino que se es felíz ante la posibilidad de que mucha gente se tope con la alegría, el placer y el aprendizaje que significa arrojarse a las aguas de tan nobles y decentes versos, como lo son los de Sergio Hernández.
Sin más, mi fraterno saludo.

Sergio Pravaz
Poeta/Periodista
Rawson/Chubut/Argentina

martes, 1 de julio de 2008

Proponen a Sergio Hernández para Premio Nacional

Gracias a la iniciativa de un grupo de jóvenes entusiastas poetas y escritores locales, el docente Sergio Hernández podría participar como candidato para ganar el Premio Nacional de Literatura 2008, el cual se entrega en nuestro país cada dos años. Este 21 de julio vence el plazo para postular a los candidatos y cuando el tiempo casi termina, ya han aparecido en la prensa algunos nombres tales como Óscar Hahn, Claudio Bertoni, Efraín Barquero y Patricio Manns, este último ya está confirmado como candidato seguro al Premio Nacional de Literatura 2008. Es por esto que el grupo de jóvenes, liderados por la pequeña editorial Ortiga Ediciones, se mueve a pasos agigantados, tal como lo explica Diana de la Fuente, relacionadora pública de Ortiga. “La idea es que las entidades de la ciudad se sumen a esta iniciativa y nos colaboren con la confección de la carpeta de los datos que finalmente presentaremos en el Ministerio de Educación”.
APOYO.
El grupo es liderado por Elgar Utreras y Diana de la Fuente, quienes son grandes admiradores del trabajo de Sergio Hernández. De hecho, Elgar y Diana vienen llegando de Argentina, luego de haber participado en la 24ª Feria del Libro Patagónica de Gaiman. En el país trasandino aprovecharon de llevar algo del material que han editado bajo Ortiga, además de una ponencia del poeta Sergio Hernández para compartir algunos rasgos de su vida con los participantes argentinos. “Llamó mucho la atención su vida como poeta de provincia. El Instituto Nerudiano de Buenos Aires quiere estudiar la obra de Sergio Hernández, y yo estoy encargada de rescatar su poética y enviarla porque realmente quieren conocerlo”, explica Diana. “Se estableció un paralelo entre el poeta argentino Juan Gelman y Sergio Hernández. Llamó la atención que su obra no es tan valorada, como pasa con Gelman en Argentina”, añade Elgar. “Quedaron fascinados con el material que llevamos, son fanáticos de la poesía de nuestro país y conocen a personajes como Jorge Teillier y Nicanor Parra. Chillán fue presentada allá como la ciudad de los poetas y hay ánimo de venir a Chile en noviembre. Estaría visitándonos el poeta argentino Sergio Pravaz y esperamos hacer algunas actividades con él acá”, agrega Elgar. Desde Argentina, el grupo interesado en la obra del profesor Hernández también han conseguido el apoyo para esta candidatura y como apoyo, pretenden realizar algunas actividades durante el mes que viene. “La idea es que la comunidad se entere de que estamos llevando adelante esta candidatura”, cuenta Diana. SERGIO, EL POETA. Sergio Hernández es un poeta de la generación del ‘50, grupo que, entre otros, conforman Efraín Barquero, Enrique Lihn, Jorge Teillier y Miguel Arteche. Nacido en 1931, se recibe de Profesor de Estado en Castellano en el antiguo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile; luego realiza estudios de postítulo en el Instituto de Cultura Hispánica y en la Universidad Central de Madrid. Además, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, de la Sociedad Chilena de Estudios Literarios de la Sociedad de Escritores de Chile. Fue docente titular en la Universidad del Bío-Bío, en Chillán. Su producción literaria se recoge en los “Cantos de pan” (1959), “Registro” (1965), con el que ganó en 1968 el Premio Municipal de Arte en Chillán; “Ultimas señales” (1979) y “Adivinanzas” (1998). Además escribió una autobiografía, titulada “¿Quién es quién en las letras chilenas?”, para Editorial Nascimento en 1981. Posteriormente, en 1993, Ediciones Casa de Chile en México publicó “Quebrantos y Testimonios”, pequeña muestra de sus mejores poemas. Por último, en el año 2002 apareció una antología titulada “Sol de invierno”, preparada por el propio autor y editada por la UBB.
Disponible en Diario La DIscusión: http://www.diarioladiscusion.cl/?control=porsec&id_noticia_p=46612&id_diario=25062008&id_categoria=06&fecha=25-06-2008

Presencia de Sergio Hernández



Por Ramón Riquelme





En el marco de la séptima versión de “Chillán Poseía” hemos escuchado los trabajos creativos de ElgarUtreras (Chillán) y de Nicolás Miquea (Concepción); ellos nos mostraron una tarea compleja sencilla y múltiple. Donde el oficio estético logró salir bien parado. Un torneo organizado con límites presupuestarios de envergadura. Destacó luces propias “el homenaje” rendido al poeta de Chillán y de Chile Sergio Hernández (Chillán 1931). Quizás nuestro primer contacto fuera como lector de sus versos en la “Antología de poetas Universitarios” (1953); que lo ubicaron en la llamada “generación del 50” (Jorge Teiller, Armando Uribe Arce, Efraín Barquero, Enrique Lihn) después nos encontramos en los encuentros de escritores de Concepción, Linares y Chillán que marcaron el surgimiento de los grupos de poesía como “Trilce” (Valdivia) “Arúspice” (Concepción), “Tebaida” (Arica), lo que Waldo Rojas llamó “la generación diez mada”. Sergio Hernández es Chillán. Los espacios urbanos de la ciudad están signados por los laberintos que él va descubriendo en su lírica. Es lo que Walter Benjamín llama “los pasajes urbanos”, para escribir sobre París. Sergio Hernández conoce bien “la noche de Chillán”. Recuerdo bien una conversación en su departamento de entonces frente a la plaza Santo Domingo, con los poetas Ariel Santibáñez, Waldo Rojas y Hernán Lavín Cerda. Entonces el mundo desató su imaginaria, nunca más continuamos con el mismo diálogo. Cada vez que lo veo en cualquier sitio del centro, recuerdo el texto “Juan de Mairena” de Antonio Machado, puedo decir “Sergio Hernández es un hombre bueno”, lejos de toda estridencia publicitaria hace su tarea cotidiana con la persistencia del artesano. En silencio y con delicadeza. Su tarea de escritor está marcada por su aproximación a Nicanor Parra y Ricardo A. Latcham. Su lírica establece comunicación inicial con los elementos de lo cotidiano (Cantos de Pan” (1959).

Miércoles 30 de enero de 2008.


miércoles, 18 de junio de 2008

Una mirada personal



A SERGIO HERNÁNDEZ LO CONOCÍ UN DÍA

Edison Carrasco
Escritor, poeta y músico

A Sergio Hernández lo conocí un día cuando fui a su departamento, ubicado en una serie de edificios, a metros de la estación de trenes en Chillán. Me llevó un amigo, un “casi- poeta” como se solía autodenominar, quien había asistido en forma asidua a las clases que el profesor Hernández, impartía como asignaturas opcionales, en la Universidad del Biobío. Me llevó a su casa, porque le había hablado de mi existencia como poeta bisoño en aquella época, de unos 19 años, para que pudiese echarle una ojeada a mi texto que escribía en ese momento y que daría lugar a mi primer libro “El Relojario de Arena”.
En aquel tiempo las citas se resolvían de la siguiente forma: “Anda a verme a la casa”. No existía la tecnología masiva: ni teléfonos, ni móviles, ni la red, que diesen seguridad, tanto de las horas de encuentro, como posibilidades al desistimiento. Si se tenía suerte, encontrábamos a nuestro visitado de turno, cualquiera fuere éste, o en el estado en que se encontrare: despierto, durmiendo, refaccionando cuestiones de casa, estudiando o leyendo, y los más múltiples etcéteras de los etcéteras. Y nadie se sentía incómodo por visitas intempestivas, nadie se importunaba por ello, se le recibía del mejor ánimo. La escasez de los medios de comunicación generaba incertidumbre, pero igualmente sorpresa. Siempre se disponía de recibir a visitas inesperadas. Siempre se estaba tranquilamente expectante, en un constante estado de recibir a alguien, en un constante estado de huésped.
En esas circunstancias, mi amigo y yo esperamos sentados en uno de los peldaños de entrada del edificio que servía de morada al profesor y poeta Sergio Hernández. Creo que esperamos mucho o poco, ya no recuerdo. En virtud de las razones antes expresadas, o mejor dicho, por las mismas razones, el tiempo era igualmente irrelevante. Lejos de ser vertiginoso, era quieto, pausado, paciente, lento como un peldaño de piedra de una escalinata de edificio viejo. Nos criamos en la lentitud de los procesos, en las esperas perpetuas y premeditadas, originadas de antemano por la carencia de la certeza.
Apareció de pronto el profesor, poeta y ser humano Sergio Hernández, con su andar reposado y ensanchó una sonrisa cordial al ver a mi amigo, extendida amablemente a mí: acompañante de su alumno, desconocido para él. Se preocupó si habíamos esperado mucho, mientras nos conducía al primer piso, donde se encontraba su departamento. Su habitación, era la habitación de un poeta sesudo y sencillo: pocas cosas materiales, muchos libros; y la disposición de ellos en el espacio: explosiones controladas de libros y revistas por aquí y allá, ningún Berlín devastado al término de la segunda guerra mundial, sino sólo algunos derrumbes bibliográficos y algún arte hemerográfico por acumulación. Comenzó a hacer un despeje en este espacio artístico y/o campo de pruebas, con la finalidad de ubicar algún lugar que representase una comodidad más segura que sólo el primer peldaño de piedra de su edificio raído. Aparecieron bajo sus libros, sillones y sillas insospechadas hasta antes de la entrada nuestra, salidos de debajo de la tierra, escondidos largo tiempo bajo estas ruinas domésticas.
En fin, logramos acampar nuestra humanidad y sentirnos más cómodos, aunque la comodidad del momento no la hacían sillones ni sillas ocultas bajo las narraciones de todo tipo, sino más bien, su amabilidad y gentileza se convirtieron en nuestro soporte, nuestro sillón mullido. En ese momento mi amigo le recordó el motivo de su visita, y el motivo de la mía. La primera escrutación sobre mi persona, fueron sobre mis lecturas. En el mundo del conocimiento normal de las personas, nuestras primeras aproximaciones giran en torno a temas baladíes, y si de profundizar o instrumentalizar una conversación se trata, dependiendo de la estación donde queremos llegar, así dependerá del tren que tomemos. Cuando se trata de establecer relaciones personales, las conversaciones giran en torno a virtudes y defectos, y si somos o no de amigos y del por qué de nuestra dificultad social, insociabilidad o misantropía, o del por qué de nuestra afinidad, sociabilidad o filantropía; si son relaciones de negocios, sobre cuáles son nuestras capacidades y experticia en el rubro y qué negocio específico habría de enfocarse que fuera rentable; si son de trabajo, se habla sobre nuestro currículo y en qué aportamos al cargo postulado; si son relaciones amorosas, cuantos amores se ha tenido y por qué ocurrieron nuestros desaciertos y fracasos románticos, pero en esta última, con más cautelas y verdades a media (a lo menos en las primeras citas). En suma: nuestras habilidades y experiencias. Entre escritores la relación es polidifusa pero directa: es una mezcla de todas las anteriores; nunca se sabe si nos movemos en los términos de una entrevista de trabajo o en la retórica de las relaciones amorosas. Pero lo directo se afirma en una sola y certera pregunta, que da pie para continuar una conversación, más aún, cuando el tren lo conduce un maquinista de mucha experiencia y habilidad, ante un iniciado pasajero en las vías literarias. Y esa era la pregunta que Sergio Hernández, que antes de poder acomodarme en el happening de su casa, la había formulado con total soltura. Creo que mis respuestas le dieron satisfacción, porque de ahí nuestro coloquio fue de estación en estación, sin haberme percatado del número de todas las detenciones. Leyó en silencio los poemas. Debo decir que los sancionó favorablemente. El grado de su aprobación sólo él lo puede saber. Los mejores maquinistas se guardan sus secretos.
Luego de lo dicho, mi amigo y yo nos fuimos bajando de su habitación aún en marcha, donde este profesor, gran poeta, gran ser humano y gran conversador Sergio Hernández, quedaba aferrado a su vagón extenso, decidido a continuar en su discursiva poética, a provocar en su cuarto nuevas explosiones controladas, pero que generarían a su vez, nuevas formas líricas en ciernes, nuevos verbos poéticos que descubrir, producir, reproducir y generar.
Sólo la vida puede honrar la vida. Nuestro poeta Sergio Hernández ya posee su merecido lugar de ferrocarrilero diestro. La poesía le ha hecho su amigo íntimo. Ambos se conocen en sus defectos y virtudes, en sus misantropías y filantropías. A los hombres sólo le queda declarar lo que ya le pertenece, lo que ya es suyo. Para la generación nutrida de personas a quien formó como profesor, e inspiró como poeta, de aquellos que le conocieron directamente, o que indirectamente pudieron apreciarlo, para nuestro país, en general, Sergio Hernández es nuestro don. Sergio Hernández, el profesor, poeta y ser humano, es nuestro mejor premio.

Sergio Hernández Romero

Por Hernán Lavín Cerda

La poesía es la otra voz, el aire del origen: un aire no para respirarlo sino para vivirlo. Un aire que, sin embargo, se adivina en el acto de la inspiración y la espiración, un aire que sólo se adivina respirándolo. Aquel soplo que es la obstetricia original, aquel soplo del principio y del fin: el soplo de la otra voz pariéndose a sí misma, soplándose sin desdén, con absoluto entusiasmo como en la última epifanía, la casi póstuma.La otra voz es el prodigio que se fecunda a sí mismo en las profundidades de la voz demótica, ecuménica y cotidiana. El esplendor de lo insólito en la matriz de lo sólito, la recuperación de aquel soplo imaginante que estaba enterrado en el espíritu y en el más allá de la conciencia de los primeros hombres, desde los días inaugurales de la comunidad cavernícola.En los espacios donde se escucha el rumor de la otra voz, las contradicciones —sin dejar de serlo— se vuelven más elásticas y se convierten, al fin, en puentes de atracción y diálogo. Todo se encuentra con todo: la cópula de los objetos y de las criaturas animadas es universal. Sin reposo, todo se busca y todo se encuentra. Lo más distante, incluso, aparece cada vez más próximo y en un ámbito de concordia.Es el milagro de la otra voz, la voz rebelde, la voz crítica y autocrítica, la voz anti rutinaria, la voz del desasosiego (sobre todo a partir de la modernidad romántica), la voz de la melancolía y del pensamiento salvaje, no sólo salvaje, elemental y en crisis, moderno en su antimodernidad, la voz entusiasta y desilusionada, la voz del soliloquio arcaico y futuro —la cuna la tumba, y de nuevo la cuna—, la nostálgica voz de la unidad en el origen, cuando todo formaba parte de todo y la división no era todavía un fenómeno evidente.
Alguna vez, el poeta y ensayista Rubén Bonifaz Nuño me dijo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México:—Después de tanto ir y venir por este mundo, creo que el único acto de auténtica libertad es la poesía.¿Yqué es la poesía?Lo desconocido en proceso de conocerse y reconocerse, mediante el asombro, siempre renovado, de la articulación de las palabras: sonido y sentido en estado de gracia. Todo, casi todo tiene que ver con la química sanguínea del ritmo, esa alquimia pulsional de la articulación. Poesía puede ser, entonces, todo aquello que duerme —sepultado a veces, a veces insepulto— y que sin duda somos sin saberlo: la existencia comunitaria de la otra voz, antes y después de la desnudez original, cuando las preguntas correspondían a la infancia de la humanidad y eran primorrdiales.Prodigio de la lengua de la revelación en libertad absoluta. Lenguaje o cuerpo sensible a través del cual, pendularmente, aparece y desaparece —en una suerte de epifanía inestable o movediza— el inconsciente colectivo y el consciente de cada día, como lo percibió Carl Gustav Jung hace varios años.Acaso vivimos o sobrevivimos para recordar, y la poesía también es el arte de la memoria en acto, verbo de lucidez y juego múltiple, la otra voz de la memoria de la especie: memoria universal por ser privada, por aparecer desnuda en medio del mundo, por descubrir o redescubrir las palpitaciones de la infancia que se vale de la sabiduría empírica, aquella que todo lo funda imaginándolo. Y sabemos que, por un desliz iluminante, la fundación puede ser reveladora. Fundar y fundar, sepa Dios, transfigurando o abriendo el camino de las transfiguraciones.
Creo que Sergio Hemández, nacido en Chillán —ciudad del sur de Chile— el 17 de marzo de 1931, pertenece a esa familia de poetas que escriben por una necesidad impostergable: la más antigua bendición, la más antigua condena. Toda criatura humana es, a su modo, un animal rítmico. Y el poeta lo es en una dimensión casi absoluta, pero su ritmo interno se transforma en palabras que van articulándose dentro de los dominios de la otra voz: dichas palabras, se relacionan de una manera inusual —a veces común, a veces fantástica— dando origen a realidades nuevas, únicas y autónomas: esos organismos lingüísticos son los poemas.Hay una secreción verbal en el orgnismo de Henández, una fisiología lingüística cuyos signos se vinculan estéticamente. Las temáticas, sin embargo, no son de naturaleza anatómica. El cuerpo no aparece señalado con frecuencia, salvo en algunos textos. La zozobra orgánica y psíquica (antigua crisis del poeta) fue sublimada o más bien transfigurada hacia el plano del espíritu y la ética.La inconformodidad, el desencanto, el sentimiento de pérdida son compartidos por muchos poetas contemporáneos, y Sergio Hemández está en la línea de aquella conciencia fracturada, una conciencia que se ha vuelto dominante en los tiempos modernos: visionaria y dolorosa conciencia crítica. Espíritu proteico y múltiple de la modernidad. La terrible y, a veces, paralizante absentia: el abismo y la vacuidad de la condición humana. De pronto hay textos de rescate que, como salvavidas, oxigenan el panorama; por lo común, se trata de señales proyectadas hacia el mundo de la naturaleza y de la infancia. Sólo allí es posible la resurrección o la Edad de Oro: el universo de los sueños infantiles.El lar del origen transflgurado en lactancia y júbilo. Pero la edad adulta es cruelmente grávida; su peso es insufrible. El propio Hernández ha dicho: «Mis libros Cantos de Pan, Registro y Ultimas señales recogen casi sólo la parte dramática y angustiosa de mi existencia: cuando estoy alegre no escribo. La poesía ha sido para mí una catarsis y una liberación...» Su obra más reciente, Quebrantos y testimonios (compilación antológica realizada por el propio autor), no se desliga de los juicios emitidos por el poeta sobre su trabajo artístico, o, más bien, sobre el estado de ánimo que ha hecho posible dicho trabajo.Observo, con cierta claridad dos líneas estéticas esenciales y recurrentes en esta selección: la primera establece un vínculo con el registro de época, sí, el gusto de época que nos llegó de ultramar desde la península ibérica y, para ser más precisos, desde España, la España andaluza y castellana, la de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis Rosales, y Vicente Aleixandre, entre otros. Una España contemporánea que aparece, líricamente, muy unida al cántico anónimo y popular, al antiguo romancero: una España de rimas cruzadas, de asonancias y consonancias, de música que se sostiene en el fulgor adjetival, así como en la obediencia a ciertos cánones métricos. Sergio Hernández vivió en esa España y convivió con algunos descendientes de aquella poesía: la estudió a fondo, se dejó envolver por ella y, al fin, cultivó su oído en la observancia y no en la heterodoxia. Ese registro estético se hizo muy poderoso, tanto en España como en Hispanoamérica; a él se unió, en cierto modo, prolongándolo, el modernismo rubendariano y, algunos años después, el postmodernismo que tuvo una figura capital como fue Pablo Neruda. Tampoco podemos olvidar a Juan Ramón Jiménez. Quiero recordar que dichos cánones poéticos fueron dominantes (no los únicos, por cierto) en la primera mitad del siglo XX: carácter hegemónico de la cadena metafórica, musicalidad aliterante (la eufonía romántico-modernista concebida como un poder casi ideológico), altemancia y más bien convivencia de los llamados versos de arte mayor y de arte menor, presencia estrófica, dominio de un sujeto casi olímpico a través del cual se manifiestan los estados de ánimo de los individuos y los pueblos, esplendor verbal, belleza que de improviso se desvía, dolorosa, con ímpetu expresivo, aunque no siempre se divorcie del brillo clásico.Sergio Hernández es respetuoso de estas directrices artísticas; líneas que, por supuesto, aparecen y desaparecen en su obra, no sólo en la suya. Debemos reconocer que el proceso es de agonía y resurrección: es lo que está ocurriendo con el legado de los poetas hispanos y los representantes del modernismo, así como de la vanguardia. En la actualidad asistimos a un período ecléctico, de mayor mestizaje y síntesis, de traducciones que operan como válvulas comunicantes. No hay ortodoxias que se sustenten sobre el principio de una verdad absoluta. El relativismo abre la puerta que conduce al diálogo entre formas y tendencias estéticas dispares.La línea que Neruda privilegia es la suya, como era previsible. Y lo hace en el breve prólogo que escribió para la edición del libro Registro, 1959-1964 (Edit. Nascimento, Santiago de Chile, 1965). En un pasaje afirma: «La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta». Esta frase se apoya justamente en la metáfora o más bien en la prosopopeya, e insiste en un solo aspecto: el canto, un canto que respeta la tradición del canto, como ya dijimos.Pero creo que hay cantos y cantos, como hay músicas y músicas.El hecho de que exista el canto no es una especie de garantía absoluta. Pienso que los mejores momentos en la obra de Hernández aparecen cuando se toma distancia del sistema de producción rítmica, así como metafórica, que es propia del canto hegemónico en aquellos años. Con frecuencia aparece cierto estereotipo en la alianza reproductora y repetidora de imágenes. Pero de pronto Sergio Hernández establece una transgresión, se desvía, abandona los recursos de retórica que pesaban sobre todos los poetas, y, entonces, surge la otra posibilidad de trabajo, la otra línea, la otra dirección: una línea que no tiene por qué ser absolutista y excluyente.Esta última línea ha generado algunos de los textos más sugerentes y enriquecedores de Hernández. Allí están los poemas Está bien, Porque no tengo dónde, Todo lo que he pecado (con un final que nos recuerda uno de los breves y agudos textos de Elías Nandino, cuando el sujeto de la escritura dice que a él no lo matará la muerte sino la vida. Sergio Hernández escribe al fin de su poema: «...quiero olvidar mi nombre para siempre/ y morirme de vida/y no de muerte»). Hay otras muestras de eficiencia y profundidad: Señor, Gentes, Imagen, El canceroso, Lluvia, Documento psiquiátrio, Ultimo deseo, Bajo el tiempo, Moscas, Es tan profundo, Vivimos los días, Sacad de este árbol, y No hay nada que agregar, entre otros.La música elocuente se ha convertido en música interior o música de ideas. La poesía, entonces, toca el misterio y, al tocarlo, lo piensa y hace que también el lector piense.Vladimir Holan, el gran poeta checo del siglo XX, que falleció en 1980, dijo alguna vez:—La poesía es el misterio. Debiera ser la precisión.Digamos que la precisión en el misterio, o acaso la precisión del misterio.En sus instantes de mayor lucidez, Sergio Hernández se aproxima al misterio: lo roza con un soplo, y el soplo es como las alas de un colibrí que nunca dejarán de palpitar. Y el corazón del colibrí es el tic-tac del estremecimiento. Dicho de otro modo: el parpadeo del espíritu que en su poesía jamás se interrumpe..

Poesía

Está Bien

Está bien
está bien
todo está bien
sólo que el hambre mata niños
y en la oscura humedad
crecen los muertos
y sin embargo está bien todo
y es grato haber llorado entre cipreses
embriagarse de tiempo
refrescar con amigos y cerveza
las blancas noches de verano
anclar el corazón en algún puerto
incorporar un poco de sol
al alma que habitamos
entretejer de amor
las noches y los días
y sobre todo pensar
que aún pertenecemos
a esta pequeña parte de la muerte
que hemos llamamos vida.

Su poesía

Alto Volantín

Alto volantín de septiembre,
pequeña llama entre las nubes,
encumbrado pétalo
de mis días celestes,
duermes aún en mi memoria sin despertar al trompo
que bailará en mi vida
eternamente.

Pasaron otros días,
fui enredando mi juventud
a viejos libros,
mi rostro tomó la palidez de los papeles;
fui dejando mi sangre en los suburbios,
pero a ti no renuncio,
derribado volantín;
trompo doliente,
mi claro amanecer
en este anocheciendo
permanente.










Plaza

Ahora no espero a nadie
la tibia primavera
atardece en mi plaza
y en mi tarde
las parejas que creen amarse
intercambian caricias
desde mi ventana
un columpio vacio
avienta mis días felices
no diré que estoy solo
estoy conmigo mismo simplemente
y para acompañarme
saco un pez luminoso
de mi acuario
y con él enciendo la noche.


Hay un niño solo

Hay un niño solo
que canta en una plaza sola
de una noche sola
y gorjea como un pájaro
tirando guijarros
a mi alma
que se extiende
en rugosos círculos concéntricos.









Señor

Señor
dime si existes
Te pregunto en la noche
Del desamparo y la amargura
Mientras mis propios demonios
Me clavan
A esta cruz invisible
Con los horrendos martillos
De la culpa.

martes, 17 de junio de 2008

Sergio Hernández

Presentación en Chillán Poesía 2008, donde se dio inicio a la Campaña Sergio Hernández al Premio Nacional de Literatura.

Palabras de Homenaje

¿Cómo empezar palabras de homenaje para un poeta que durante toda su vida ha rehuido el encandilamiento de la “figuración literaria” y a preferido disfrutar de una larga caminata? o ¿Compartir generosamente una conversación junto a unos cafés y unos cigarrillos, donde el centro, no sea la adulación de su ego, sino la poesía misma que respira a cada palmo?

Por cierto, no carece de méritos. ¿Pero como otorgarle largos reconocimientos, similares a quienes condecoran a un general por haber asesinado a muchos de sus enemigos y que mañana serán por acto de magia diplomática, llamados hermanos? ¿O como el poetastro que se empeña en rendir honores a algún jerarca para luego extender su puta mano a cambio de premios y favores?

Hay poetas y poetas en la viña del Señor, y Sergio es de aquellos como dijera Fernando Quilodrán, en el año 1996: “Tan sólo se trata de un poeta, especie infrecuente…” y de la que por cierto según sus palabras es “un exponente ejemplar”.

Es un poeta en toda su hondonada, no es el mago, ni el profeta, ni mucho menos el mesías, tampoco se jacta de inteligencia superior, oscureciendo el sentido, y que por cierto ya es esta actitud una gran demostración de su singular genio y lucidez, como dijera en su momento Ortega y Gasset, que la claridad en el lenguaje del filósofo es un acto de generosidad, para nosotros también se hace extensible al poeta. Tampoco nos aturde con demostraciones y juegos de artificio, no hay grandes saltos mortales que jamás desafían la muerte. En su poesía es la vida la que pasa, esa que los poetas han desterrado.

La vida del hombre, en su devenir constante, en su desafío diario, no aquella de la que presumen los sabiondos de las elites académicas, que sólo traducen y reducen a porcentajes, y a jueguitos sintagmáticos. Esa vida que está ante los ojos de los videntes, que tienen los ojos cargados de iluminaciones que no les permiten ver. Allí es donde nos habla la poesía de Sergio Hernández, casi en forma de susurro, porque no tiene necesidad de gritar para hacerse oír, porque su poesía tiene “la llave que abre mil puertas”, la de los oídos, la de la mente, y el corazón.

Baste un ejemplo:

Que me perdone el pobre
Porque como
Porque tengo este terno
Que me he comprado a plazo
Porque tengo esta cama
En donde duermo
Que el rico me perdone
En su soberbia.

El poeta Sergio Hernández, nos recuerda sin gesticulaciones ni amplificaciones rimbombantes, que estamos aquí en este lado “llamado vida”, para despertar el sentido final de nuestro peregrinaje: ese espacio compartido de fraternidad humana, y que sólo es comprensible y vivible cuando se ha bajado definitivamente del Olimpo y se le ha puesto fuego.
Por ELgar Utreras Solano

Un poeta de provincia

Por Hugo Quintana Q.
Poeta y profesor.

Personalmente, prefiero a aquellos poetas que son capaces de vivir la vida sin tanto sobresalto o ademán inútil, aquellos que no andan por la vida con la siempre discutible intención de atraer el ojo de cualquier lector en época de vacaciones. Prefiero los poetas que detestan el ruido excesivo, que escriben desde cualquier lugar íntimo, reducido, y que jamás transan sus humanidades para conseguir algo de figuración pasajera. Prefiero los poetas sin segundas motivaciones.
Y Sergio Hernández es un fiel representante de aquesta noble estirpe. Hernández es uno de esos poetas huidizos que se escabullen con facilidad, en una acción casi tránsfuga del que ha preferido esconderse en la provincia de nuestro país, una acción del que ha querido ausentarse de todo el tráfago constante en la que ha devenido el ejercicio de nuestra literatura.
Hernández es un poeta del “casi” silencio, con una obra pequeña en cantidad (de libros, de páginas), pero de gran altura y al mismo tiempo profundidad en cuanto a su dimensión humana, que por carecer de una “auto” promoción, o promoción (a secas), no ha recibido la atención de los frenéticos lectores de las grandes urbes, pasando –lamentablemente- desapercibida, inmutable, totalmente inexistente para una gran mayoría.
Muchos poetas jóvenes y varios no tan jóvenes, nunca le han oído mencionar siquiera. Y su aporte corre el riesgo de ser desatendido o subvalorado.
En algunas ocasiones, incluso hasta se puede hablar de mezquindad. El poeta, el profesor de literatura que integrara los planteles de ciudades como Valdivia, Antofagasta, Valparaíso, Talca o Chillán, actualmente, es un “desconocido” para buena parte de nuestro país, y por lo mismo, se le ha negado el lugar de relevancia que debiese ocupar dentro de nuestra galería poética.
No son pocos los “notables” que se han referido a su poesía, desde el mismo prólogo que le escribiera Pablo Neruda a su libro “Registro” (Editorial Nascimento, 1965), a las notas hechas por Alone, Jaime Valdivieso, Mario Rodríguez, Hernán Lavín Cerda, etc. Es alguien que cuenta con el respeto y el cariño fraternal de varios importantes poetas y escritores nacionales -cosa que he podido constatar directamente-, pero también es alguien a quien se le restan méritos con demasiada liviandad a la hora de considerarlo como una de las voces mayores de nuestra poesía. Una paradoja absurda que –en cualquier caso- todavía no he podido procesar.
Quisiera que al minuto de citar nombres para un premio nacional de literatura, pues apareciese entre los “posibles”, aunque sé demasiado bien que por no andar “candidatéandose”, nunca va a estar entre los 5 autores que siempre saltan a la palestra. ¿Cuál sería entonces el camino a seguir para que hubiese algo más de justicia para con su obra?
La primera “defensa” que me veo en el deber de levantar es el tema de la extensión, porque Hernández -efectivamente- ha desarrollado una obra breve, pero no menos importante. No son pocos los casos de autores que con una escasa obra, han inscrito sus nombres como “grandes” dentro de la memoria universal de la literatura: Jorge Manrique o Juan Rulfo, son dos ejemplos de lo anterior.
Han sabido manejar muy bien lo que han escrito, han estado conscientes, han tenido la prudencia para dejar salir, para publicar estrictamente lo necesario, lo que ellos han encontrado útil hacer público. Esa extraña lucidez les ha permitido adquirir un peso, una relevancia en el contexto de la literatura universal; pero a Hernández, a la hora del “ruido”, pues le ha jugado en contra, debido a que precisamente estamos en una era donde la publicidad lo es todo.
Un segundo punto de vista, dice relación con la influencia, la prestancia que tiene como sujeto, la cercanía de la que es capaz para dialogar o participar en un intercambio de ideas, cosa que es tremendamente interesante para las generaciones jóvenes. Quizás si el maestro, el profesor universitario se deja entrever en esta actitud, en esta perseverancia. Jamás he oído de alguien a quien Hernández, no haya prestado la debida atención, respondiendo cuanta pregunta o inquietud se exponga en materia de literatura o de otras corrientes de conocimiento, convirtiéndose -virtualmente- en una suerte de puente, de vínculo con la memoria histórica que este país -en muchas ocasiones- se empecina en ignorar.
Sus palabras siempre fueron objeto de aprendizaje. Digo esto, como alumno, como discípulo suyo, en algo que él –afectuosamente- denominó como la “poetansia”. Grupo que integrábamos Jorge Rosas, Pablo Troncoso, Elgar Utreras y quien suscribe este comentario. El factor estilístico de la construcción poética, el tono, la manera de educar y flexibilizar la pluma. El ritmo, la melodía, el contenido y su misión esclarecedora, todas grandes preocupaciones del experimentado poeta. Nada de ripios intelectualistas, nada de “literaturismo” vano, nada de citas para el aplauso, el ego del que confunde poesía con la obsesión de hacerse de un nombre para ganar una superflua relevancia.
Nos convirtió, con la sencillez del agua o del viento, en sujetos de acción de arte, en buscadores fervorosos de esa condición de la humanidad, lo sublime y lo bello como estandartes.
El tercer punto de vista tiene que ver con su verso propiamente tal. Un verso limpio, sonoro, entendible y digerible. Un verso que no renuncia jamás al lirismo, pero con un lenguaje común, cotidiano. Un lenguaje que aspira a la riqueza semántica de la sencillez, sin caer en lo pedestre. Es tanta su habilidad que lo que dice puede ser comprendido por cualquiera y jamás renuncia a la profundidad, incluso de naturaleza filosófica, ya que él mismo confiesa ser un heredero y admirador de autores existencialistas como Jean Paul Sastre o Albert Camus.
El ademán de sus trazos dan con naturalidad en el blanco. No fuerza la mano, ni la garganta. Desde “Cantos de Pan”, su primer libro de poemas, hasta “Las Adivinanzas”, es capaz de mantener unidad en el tono.
El cuarto punto dice relación con una acusación sin fundamento alguno. Son muchos los que restan notoriedad al insigne chillanejo, debido a que supuestamente no es un poeta en ejercicio, o sea, con producción actual, que esté escribiendo y que nos vaya a sorprender con una nueva entrega. Sus libros más recientes son –en efecto- versiones antológicas, como “Sol de Invierno”, la hermosa edición que le hizo la Universidad del Bío-Bio hace un par de años.
Hernández escribe, en realidad, pero deja salir muy poco, acaso un par de textos en homenaje a alguno de sus amigos y compañeros de generación, como los poemas dedicados a Enrique Linh o a Jorge Teillier –ambos fallecidos-, o el texto dedicado a Nicanor Parra que fue escrito en ocasión de un viaje del Antipoeta (en 1996) a su pueblo natal: San Fabián de Alico, que se encuentra en la citada antología “Sol de Invierno”, o un par de aportaciones hechas en un par de revistas universitarias de restringida circulación.
Escribe poco, y deja salir mucho menos. Es un autor decididamente de la síntesis poética, y no abruma a los lectores con “mamotretos” –como él mismo dice-, ni se ha dedicado a lanzar refritos de sus propios poemas, para mantenerse en la baranda de algún altar o proscenio.
Hay muchas razones más para respaldar la necesidad de corregir esta falta, esta omisión que se ha fraguado en torno a la figura y la obra de Sergio Hernández, el requerimiento urgente y decidido de hacer la justicia debida para con el insigne poeta de provincia, aquel que debiese ser rescatado, leído, estudiado como corresponde, y con ello, los reconocimientos, la admiración de quienes conservamos el fragmento prístino de la poeisis.
Y podríamos argumentar todavía más, y no sería una desmesura este gesto, pero es también imprescindible dejar espacio para que el lector decida, y para ello recomendamos la página que le construyó la Escuela de Diseño Gráfico de la Universidad del Bío-Bio: www.ubiobio.cl/hernandez. Por el momento, le hacemos un guiño, con un par de muestras de su factura.



ACUARIO

Mi infancia es un acuario inaccesible
un ebrio país de trompos y palomas
al que es preciso llegar con traje blanco
en una mañana azul
de sol volcado
yo no daría ya con los caminos
pero recuerdo algunas cosas
bandas de circo
en tardes de novena
noches de riñas y cansancios
dando conmigo en un desfondado sueño
sin contorno
cuando pasaba el regimiento
abandonaba mis juguetes rotos
y era mi corazón
todo mi cuerpo
después
vino la bruma en espirales
un día
mi madre y los guijarros
dieron un seco ruido de infinito
el tiempo frente a mí empuñó las manos
Soltó pájaros negros en mis ojos
y un trozo de sol
cayó entre los labios
La tarde es un sollozo contenido
mi infancia
es un acuario.



ESTÁ BIEN

Está bien
está bien
todo está bien
sólo que el hambre mata niños
y en la oscura humedad
crecen los muertos
y sin embargo está bien todo
y es grato haber llorado entre cipreses
embriagarse de tiempo
refrescar con amigos y cerveza
las blancas noches de verano
anclar el corazón en algún puerto
incorporar un poco de sol
al alma que habitamos
entretejer de amor
las noches y los días
y sobre todo pensar
que aún pertenecemos
a esta pequeña parte de la muerte
que hemos llamamos vida.

Sergio Hernández, el poeta de Chillán.

Por Diana de la Fuente Ortega.Esta exposición fue presentada en la 24º Feria del Libro de la Patagonia de Gaiman, Chubut, Argentina. Junio 2008.

“La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta…no me canso de escuchar la luz del agua ni me fatiga ver su canto que sílaba a sílaba nos va deletreando su cristalina verdad”. Palabras que Pablo Neruda, el célebre poeta de Chile, otorga a Sergio Hernández, en el prólogo de su libro Registro. (1965), ciertamente merecidas y acordes al estrecha amistad que compartían desde la poesía.
Hernández alejado de todo bullicio, siempre ha sido un poeta de provincia. Nace en la ciudad de Chillán, Chile, el 17 de marzo de 1931, y se define a si mismo como “Anticonvencional y antiburgués, hipocondríaco y psicosomático”. Además nos advierte de su existencia en uno de sus poemas “ Yo soy como las plantas”:
Yo soy como las plantas o los árboles/ Que nunca han sabido quienes son/ y echan flores o espinas/ o atrapan insectos/ ellos están ahí simplemente/ como yo en mi tierra/ y no les interesa ser astronautas…”[1]
Hernández interviene en la literatura chilena con su temática del recuerdo: la infancia, el campo, la muerte. Junto a Efraín Barquero, el poeta de la tierra y el aire, Rosa Cruchaga y el sobremundo y Jorge Tellier, el poeta lárico, conforma la denominada Generación del 50’, generación que aporta renovados aires a la literatura chilena.
Con su amigo Jorge Tellier comparten la corriente lárica, corriente que abraza recuerdos, calles y caminos, tierras y mares. No obstante Hernández transita en voz baja, por ello es considerado el poeta del susurro, sin embargo su vuelo es universal. El mismo Tellier se refirió a la poética de Hernández, “delgadamente nostálgica… su poesía llega al corazón y a los sentidos”.[2]
“Ha sido un poeta sin esfuerzo”[3], frase que se explica desde su origen. Proviene de una familia de artistas, sensibilidad que Oscar, su hermano mayor, manifestó a través de la pintura, pues fue un destacado artista chillanejo, Baltazar sigue los pasos de Oscar, más aún su arte es reconocido en todo Chile, Ángel dedicado a las letras busca su refugio en el cuento y Sergio el menor de los nueve, es el Poeta. A estos hermanos les marca la imagen enlutada su madre. Sergio observa la única fotografía del padre, imagen idealizada tras los relatos de los mayores, pero se consuela con una frase de Jean Paul Sartre “Si mi padre hubiese vivido, se habría echado encima de mí con todo su peso, afortunadamente murió joven”,[4]
Su infancia, tema importante dentro de su obra, fue luminosa, en su libro autobiográfico “Quien es quien en las letras chilenas”, comparte la alegría, aromas e imágenes de aquella etapa. Así también relata su primera cercanía a las letras, tras participar del concurso “Vida de Bernardo O’Higgins”, presenta unas cuartetas populares, y sólo después de comprobar la real autenticidad de su texto, fue el eufórico ganador del primer premio que consistía en el libro Corazón de Edmundo Amicis, lamentablemente su mascota, el travieso perro de la casa descubrió su libro, “Nunca pensé que uno de los seres que yo más quería me estaba destrozando el Corazón” relata Hernández.
El período más sólido y maduro de su vida comienza tras la muerte de “aquella viuda de negro” como la llamó Ángel, producto de un derrame cerebral. Desconcertado por la pérdida de su madre, Sergio debió asumir su existencia cuando recién tenía 17 años, y decide estudiar en el Instituto Pedagógico de Santiago, a pesar de la insistencia de sus hermanos que continuara en la Escuela de Leyes de la universidad de Concepción, Hernández resume aquella etapa con su poema Acuario (1965):
“Mi infancia es un acuario inaccesible/ un ebrio país de trompos y palomas/ al que es preciso llegar con traje blanco/ en una mañana azul/ de sol volcado/ yo no daría ya con los caminos/ pero recuerdo algunas cosas/ bandas de circo/ en tardes de novena/ noches de riñas y cansancios/ dando conmigo en un desfondado sueño sin contorno/ cuando pasaba el regimiento/ abandonaba mis juguetes rotos/ y era mi corazón/ todo mi cuerpo/ después/ vino la bruma en espirales/ un día/ mi madre y los guijarros/ dieron un seco ruido de infinito/ el tiempo frente a mí empuñó las manos/ Soltó pájaros negros en mis ojos/ y un trozo de sol/ cayó entre los labios/ La tarde es un sollozo contenido/ mi infancia/ es un acuario”[5].
En su época de estudiante fue parte del Grupo Literario fundado por el centro de alumnos del Pedagógico, allí es donde conoce al poeta Jorge Tellier con quien ya sabemos forja una gran amistad. Transcurría el año 1954, su poema “Cuento” recibe el PREMIO FECH. Excelente estímulo para aquel tímido estudiante provinciano.
Su memoria de título la realizó en la figura del poeta Nicanor Parra, en aquel entonces profesor de física y mecánica racional del Pedagógico, Sergio tras quedar impactado por el libro “Poemas y Antipoemas” se contactó con el poeta, y así creció una estrecha amistad fruto de aquella admiración.
Hernández, siempre fue un destacado estudiante, por ello recibe una Beca del Instituto de Cultura Hispánica para estudiar en España. Durante ese año, Hernández comparte con el poeta Vicente Aleixandre y con el célebre investigador Dámaso Alonso, quien graba con gran entusiasmo algunos de sus poemas.
Parte de las anécdotas de aquella estadía, es que tuvo el privilegio de asistir a al aeropuerto de Barajas a esperar los restos del destacado poeta Juan Ramón Jiménez, quién había fallecido ese año, y era repatriado desde Puerto Rico, lamentablemente sólo algunas autoridades y escritores estaban en guardia. Al regresar al centro de Madrid observa como “verdaderas hordas humanas se apostaban en las calles, ingenuamente pensó que era el pueblo que rendía honores al poeta, sin embargo se trataba que el Real Madrid regresaba triunfante tras ganar la Copa Europa”[6].
A su regreso a Chile fue inmediatamente contratado por la Universidad Austral de Valdivia, para enseñar Literatura Chilena y Literatura Española Clásica.
Antes de su incorporación a la Universidad, pasa un tiempo en Chillán, Pablo Neruda visita la ciudad, invitado por alumnos del Liceo Narciso Tondreau, en aquel contexto, Hernández conoce a Neruda. Durante su permanencia en Chillán, Neruda exige la compañía de Hernández.
Tras su titulación en el Instituto Pedagógico de Santiago, no abandona la Pedagogía en Castellano a pesar de la insistencia de Neruda:”Tienes que renunciar a tus clases y dedicarte por entero a tu poesía y escribir siempre como si fueran tus deberes cotidianos… debes quitarte ese adoquín pedagógico”. No haciendo caso al consejo, actualmente a sus 77 años, Hernández es Académico de la Universidad del Bio - Bio. En aquel entonces Nicanor Parra supo de esa conversación y le dijo: “Yo habría renunciado, pero al día siguiente me habría presentado en la casa de Neruda, diciéndole: renuncié, aquí estoy”.

La obra de Hernández comienza en 1959 con el libro “Cantos de Pan”, posteriormente publica en 1965, el libro “Registro” de la editorial Nascimento, y con prólogo de Neruda, la prensa de la época describe de este libro “como significativo y ejemplar desde el título, es uno de los más destacados libros de poesía últimamente publicados”[7], a la vez señala que “Raras veces un libro alcanza tanta fuerza y tanta verdad sumergida en la abrupta naturaleza humana y en la repetida geografía poética de nuestro país”[8]; en 1979 Sergio Hernández nos regala el libro “Últimas Señales” también de la editorial Nascimento; En 1981 escribe un libro autobiográfico titulado “¿Quién es quién en las letras chilenas?”; La Editorial Casa de la ciudad de México publica ”Quebrantos y Testimonios” en 1993, con el destacado Prólogo del poeta Hernán Lavín Cerda; en 1998 publica “Adivinanzas” un libro para niños, su primera edición realizada por Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Antofagasta, la 2° edición en año 2005, acompañada con ilustraciones del artista visual Máximo Beltrán; durante el año 2002 publica su último trabajo, la antología titulada “Sol de invierno” de la Editorial Universidad del Bio- Bio.
Por otra parte el poeta ha sido reconocido con el ya mencionado Premio Fech 1954; A esta distinción se suma el Premio Municipal de Arte de Chillán, en 1968; Además fue galardonado con el Premio Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Valparaiso, en 1972. El Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación durante el año 1997, le otorga el Premio Beca a la trayectoria en el campo de las letras. En el 2005 recibe el Premio Regional de las Artes Literarias “Baldomero Lillo”.
Durante este año 2008, fue homenajeado por la Universidad Mayor de Santiago, en el contexto de la XVI Feria del Libro “La chilenidad en nuestra poesía”, esto junto a destacados poetas de Chile.
Además el Consejo Regional de la Cultura y las Artes, realiza el Homenaje a su Trayectoria Literaria, dentro del marco de celebración de la “Fiesta de la Cultura” que se realizó en la ciudad de Chillán.
La poética de Sergio Hernández nos ofrece una “visión transparente y reveladora de la parte más dramática de la existencia”[9]. Sin embargo su poesía no es parte del consciente popular, más bien es reconocida en un reducido círculo intelectual de Chile. Su figura y su obra más bien forman parte de ese denominado grupo de “poetas olvidados” que paradójicamente, fue el tema que Hernández presentó a modo de discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Real Academia Chilena de la Lengua. Aceptado como el primer chillanejo en formar parte de ese cuerpo. Quizás esa extrema humildad, lo aleja de las luces, la cual deja al descubierto al comienzo de su discurso: “Estamos asistiendo a un acto insólito en nuestra provincia. Por primera vez la docta corporación que fundaran José Victorino Lastarria y otros esclarecidos compatriotas del siglo pasado, celebra una simbólica sesión en nuestra ciudad para incorporar, como miembro correspondiente, al modesto chillanejo que les habla…”[10]
Ciertamente las circunstancias y las decisiones forman parte de este juego. Provinciano por decisión, en aquel tiempo cuando trabajaba en la Universidad Católica de Antofagasta, recibe simultáneamente dos cartas, la primera una oferta de trabajo para la Universidad de Notre Dam, ubicada en Indiana, E.E.U.U., la otra una invitación a formar parte del cuerpo académico de la Universidad de Chile de su querido Chillán, como el mismo declara. Así resuelve esconderse del ruido, volver a lo conocido, porque su vida y su obra “es una línea teñida de sugerencias, el más leve recuerdo de infancia, la tierra, el hombre que se hospeda en el mundo interior…Experimenta la lucha cotidiana del artista en su mundo”.[11]

Hernández es un gran poeta, “que ha sabido sabiamente mantenerse a distancia de la influencia de Nicanor Parra, sin embargo, en algunos casos lo supera, es un poeta del dolor, de la ternura, del amor a sus semejantes, de la solidaridad, de un gran humanismo”.[12] Porque “Se aproxima al misterio: lo roza con un soplo, y el soplo es como las alas de un colibrí… el espíritu que en su poesía jamás se interrumpe”[13].
Hace dos años, cercano a la muerte casi en precipicio, resurge de un coma diabético, además se recupera de una pulmonía fulminante, su vocación de soledad lo desafía constantemente en esta estación longeva, Hernández pregunta en su poema Señor…
“Señor dime si existes /te pregunto en la noche del desamparo y la amargura /mientras mis propios demonios/ me clavan a esta cruz invisible/ con los horrendos martillos/ de la culpa.”[14]
“De aquí se recoge la catarsis y la liberación que ha sido la poética de Sergio Hernández. Sólo escribe cuando está triste”. [15]
Sergio Hernández forma parte del Patrimonio intangible de Chile, de ese “Patrimonio Olvidado”, por ello es el momento del renacimiento, de retomar el vuelo, de acariciar aquel pez del susurro, luminoso, que enciende el Acuario. Puesto que el respeto y reconocimiento de sus pares, no es suficiente, se necesita el compromiso en la propagación su obra. Mi encargo es rescatar su figura desde el “olvido” incluso desde la “ignorancia”.
Finalmente quiero recordar aquellas palabras de admiración que Pablo Neruda otorga a Sergio Hernández, en el prólogo del libro “Registro”:

"De cuanto se ha escrito, ¡y tanto!, el poeta que más leo es el agua que corre.
Cada página entre las piedras o bajo la hojarasca o sumando y sumiendo en su cause la luz y la noche, cada página tiene canto y cristal.
La poesía de Sergio Hernández es canto que corre, cristal que canta.
Proclama sencillas riberas en que se entrelazan la menta y el orégano.
O incursiona entre los muros y nos relata mínimos secretos, gotas del alma, papeles del olvido.
O atraviesa la congoja sin que se perturben sus alados quilates porque cantando continúan su fresquísima hermosura.
Yo alabo a este poeta fraternal que entre provincia y provincia conserva el corazón reluciente de una estrella.
Y no me canso de escuchar la luz del agua ni me fatiga ver su canto que sílaba a sílaba nos va deletreando su cristalina verdad." PABLO NERUDA. Isla negra, enero de 1965.

[1] Sergio Hernández, Quebrantos y Testimonios 1993
[2] Francisco Santana “Evolución de la Poesía Chilena” Editorial, Nascimento 1976.
[3] Cesar García, Historia Ilustrada de Chile y su Literatura, 1985.
[4] Sergio Hernández, ¿Quién es quién en las letras chilenas? 1981
[5] Sergio Hernández, Registro, 1965.
[6] Sergio Hernández, ¿Quién es Quién en las letras Chilenas”, 1981.
[7] Hernán Loyola, Diario “El Siglo” 1965.
[8] Mario Bahamonde, “El Mercurio” de Antofagasta, 1965.
[9] Hernán lavín Cerda, Prólogo Quebrantos y Testimonios, 1993.
[10] Atenea N° 448, Santiago, 1983.
[11] Carlos René Correa; Poetas Chilenos del siglo XX, 1972.
[12] Jaime Valdivieso “dos poetas” Punto Final, 1993. Comentando Quebrantos y Testimonios.
[13] Hernán Lavín Cerda. En el prologo del libro Sol de invierno. 2002
[14] Sergio Hernández, Quebrantos y Testimonios, 1993
[15]Hernán Lavín Cerda. En el prologo del libro Sol de invierno. 2002